Miguel Ángel Blanco Martín
Periodista
De repente me han recortado y estoy desaparecido, junto a miles de almerienses, junto a millones de españoles. Todo empezó hace unos días por la mañana. Al salir a la calle descubrí que el lugar donde vivo en Almería, calle Rafael Alberti, había quedado reducida. La mitad de la calle había desaparecido y el entorno urbano de mi calle, la zona de Oliveros, me resultaba extraño. Después me fui fijando en los edificios de alrededor y sorprendentemente habían perdido altura. Habían sido recortados todos los edificios. Los que antes tenían nueve plantas ahora aparecían con siete o cinco o menos todavía. Pero es que la casa donde vivo, de siete plantas más dos intermedias aparte del bajo, estaba recortado. Las dos últimas plantas habían desaparecido y los vecinos, mis vecinos, también. Ni rastro de Juan Manuel, María del Mar, Concha, Miguel… Desde el portal, yo miraba a la ciudad, sorprendido, comprobando que edificios, que hasta ayer se imponían en plan de pequeños rascacielos, ahora estaban deformados, empequeñecidos.
A pesar de mis recelos salí a la calle, llevado por la curiosidad periodística. Entonces recordé que un compañero del periódico, Miguel, joven periodista, me preguntó hace unos días que si habían recortado mi calle y yo me lo tomé a broma. Estuvimos departiendo un rato sobre los imposibles recortes más imaginarios, que al final se están haciendo realidad. En el recorrido por la ciudad comprobé que muchas calles estaban reducidas a la mitad y otras habían desaparecido, ya no existían, así como muchos edificios. La trama de los recortes gubernamentales ha ido adquiriendo dimensiones insospechadas. Durante los días siguientes he comprobado que han desaparecido la Alcazaba , el Cable Inglés, los barrios de La Chanca , El Puche, Los Almendros, Barrio Alto, la mitad del Paseo, casi toda la Rambla. Los recortes y desapariciones han ido por el ámbito de la enseñanza: ya no está el instituto Celia Viñas ni el Alborán. También han desaparecido colegios, en algunos casos totalmente, en otros se han encontrado con que sólo quedaba una mínima parte de los alumnos. Y la Universidad de Almería se ha quedado en la mitad: la mitad de alumnos, la mitad de edificios e instalaciones, sin que nadie sepa dónde ha ido a parar lo que falta. También se ignora el paradero de La Bola Azul , del hospital de Poniente y del hospital de Huércal-Overa. Las noticias que llegan de los pueblos es que ya no están ni Vélez-Rubio, ni Chirivel, ni Vélez-Blanco (castillo incluido), ni María, ni Cuevas del Almanzora, ni Olula del Río, ni Adra, ni Mojácar, ni Berja, ni Dalías, ni Albanchez, ni Vera, apenas queda nada de El Ejido y de Roquetas de Mar; y la mayoría de los pueblos de los Filabres ha ido desapareciendo poco a poco del mapa.
Hasta que llegó lo último de lo último, cuando hoy mismo no amanezco. No sé dónde estoy, apenas me siento, sin ninguna percepción física. Las últimas noticias, por comentarios que me llegan lejanos, es que el último gran recorte me ha pillado a fondo. Han recortado el número de habitantes de España para atajar el déficit, siguiendo las instrucciones de todos los bancos del mundo y de los grandes centros financieros. Razones del Mercado. España ya no tiene 46 millones de habitantes sino la mitad. Y yo estoy entre los 23 millones de recortados. Aunque oficialmente he desaparecido, me siento real, aunque no sé de qué manera. Siento que sigo en el planeta pero no sé dónde. Estoy en un lugar extraño donde me he encontrado con mis vecinos desaparecidos, con la gente de los pueblos y de los barrios recortados, con jóvenes universitarios, maestros, profesores, estudiantes de todo tipo, médicos, enfermeras, albañiles, abogados, arquitectos, periodistas, con multitud de habitantes de los pueblos borrados. Dejo pasar el tiempo y espero que amanezca el día en que todo vuelva a la normalidad. Lo que me sale del alma es gritar, mientras pienso en las cosas que podemos hacer para hacer saber al mundo, que aquí estamos, recortados, desaparecidos, que somos seres humanos y que todavía seguimos vivos.
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