Sánchez Gordillo

Kayros

Periodista

Está llena la historia tanto religiosa como política de tipos carismáticos y proféticos que se pasaron de frenada por llevar a cabo la imposición de la imagen no siempre exacta de la realidad. Recuerden a Catón, a Savonarola, a Robespierre, tres personajes entre mil que ardieron en su propia llama perfeccionista. Cierto que en tiempos de relajación moral y de crisis hace falta el ejemplo edificante del líder para que los que le siguen no pierdan el primitivo fervor, pero tampoco hay que olvidar que algunos guías pierden el sentido de la dirección.

Ahora con motivo de cualquier amenaza inminente se suele repetir bastante aquello de que vamos en la buena dirección. También ocurre lo contrario, discutir mucho de estrategia y luego irse equivocadamente al norte en vez del sur, como le ocurría a la paloma albertiana. Sánchez Gordillo, líder obrerista, culpa al PSOE andaluz de sus desviaciones doctrinarias afirmando con contundencia que no pactará con Griñán ni vivo ni muerto. Espero que no se repita lo de Anguita poniendo en marcha otra vez aquello de la pinza, una unión ‘de hecho’ y contra natura entre el PP e IU para la demolición del socialismo en Andalucía.

Me gusta poco volver sobre historias pasadas, sobre todo cuando la necesidad urgente te está dando en la cara, pero quizá sea necesario meditar sobre el fracaso de nuestra guerra civil por culpa en buena parte del individualismo excesivo de comunistas y socialistas a los que se añadieron los anarquistas para completar el cuadro del Bosco. La izquierda andaluza está estos días en provceso de confección de un proyecto de gobierno donde al menos queden salvados los principios. Educación y sanidad publicas, lucha contra el desempleo, atención a la cultura como elemento transformador y no solo como espectáculo, dependencia, freno a la corrupción etcétera.

Sabemos que enemigos van a tener a granel todos estos programas, pero, por favor, que no procedan de la misma izquierda. Seguro que el PP estará esperando cualquier conato de disensión, por mínimo que sea, para sacar a la calle los tambores.