Teleprensa
Editorial
Aunque haya ganado los últimos comicios en Andalucía, Javier Arenas enmudece y se diluye como un azucarillo, pero no se sabe bien por qué razón aún no acaba de dar el paso de abandonar el papel que se ha adjudicado y que le pone en una situación peor que como líder de la oposición. El presidente del PP en Andalucía no tiene suerte, los dioses no están de su lado, que dirían los romanos. Escaló y escaló en Madrid pero tuvo que regresar del descalabro de su partido a Andalucía, a refugiarse como líder de la oposición sin poder ni siquiera enfrentarse a su rival en el Parlamento, al no tener escaño en esta Cámara. Ahora le toca seguir esperando, pues el Gobierno IU-PSOE le pone de nuevo enfrente y se autoflajela poniendo como portavoz de Grupo a Carlos Rojas.
Javier Arenas es un candidato quemado. Él lo sabe, pero no termina de dar el paso definitivo de abandonar Andalucía, donde ya ha dinamitado cualquier oportunidad de poder gobernar. El PP no puede seguir manteniéndole y sólo algunos atrevidos/as han reconocido públicamente el papel “incómodo” que le corresponde por no decirle claramente 'deja a otros que hagan lo que tú no has podido'.
El nuevo Gobierno echa a andar. Y Arenas no puede seguir anclado en un discurso que no le ha dado los resultados que pretendía con un papel indefinido en la nueva legislatura. Y con él tendrán que irse otros.
Dicen que en política los tiempos son importantes. A Arenas se le ha pasado el suyo y más vale que tome una decisión antes que otros lo hagan por él.
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