José Luis Sánchez Teruel
Secretario General del PSOE de Almería
Dijo Kennedy: “El éxito tiene muchos padres, pero el fracaso es huérfano.” Y en esas debe de estar el Partido Popular, que está demostrando un día sí y otro también que no ha asimilado que no gobierna en Andalucía. Las críticas del PP al nuevo Ejecutivo andaluz, antes incluso de que los responsables de cada cartera tomaran posesión, y el feo gesto del líder de la oposición, Javier Arenas, de no asistir a la toma de posesión del presidente de la Junta, José Antonio Griñán, demuestran que no lo llevan muy bien. Vamos, que se les nota en la cara, en sus gestos y en sus hechos. No han terminado de interiorizar que la mayoría de los andaluces decidiera en las urnas el 25 de marzo que Arenas no gobierne Andalucía, y esta actitud vital les lleva a poner en escena comportamientos propios de partidos políticos alejados de planteamientos democráticos. No me cabe la menor duda de que esto terminará pasando factura a los que hoy, anclados en un sillón institucional, en la Diputación, en el Gobierno de España o en una alcaldía se dedican más a perseguir al contrario, es decir al PSOE o a lo que han llamado alianza social comunista, que a solucionar los problemas de los ciudadanos.
El ejemplo más evidente lo encontramos en la Diputación Provincial donde un día sí y otro también confunden la Calle Navarro Rodrigo con el número 55 del Paseo de Almería. A pesar de que la distancia entre la sede de la Diputación, que es de todos, y la sede del Partido Popular, que es de ellos, es de escasos 200 metros, siempre llevan a cuestas la gaviota en cada comparecencia pública que se realiza en la casa de los 102 pueblos de nuestra provincia.
La sala de prensa del PP también ha llegado a la delegación del Gobierno en Andalucía. Su titular, la abderitana Carmen Crespo, pide lealtad institucional sin desenganchar de la solapa de su chaqueta el pin del Partido Popular. En la mano derecha sostiene la gaviota y con ella le atiza al Gobierno andaluz. A la señora Crespo nadie le ha explicado aún -debe de ser eso- que es la portavoz del Gobierno del Estado, y no del PP, en Andalucía y que se debe a todos los ciudadanos de esta Comunidad, que debe defenderlos, y que sus continuas insinuaciones sobre la solvencia de nuestra región ponen en peligro la estabilidad y la confianza que trasladamos al exterior.
En esta misma línea andan los Ayuntamientos del PP en Almería, con críticas sobre la composición del nuevo gobierno andaluz que solo se entienden desde la miopía política o la escasa altura de miras que demuestran. Censurar que no exista un consejero almeriense en el Ejecutivo autonómico cuando no me consta que, por ejemplo, el alcalde de Almería haya solicitado reunirse con ninguno de los anteriores para tratar algún asunto que le preocupara invita cuanto menos a la reflexión.
Ya lo ven, los almerienses del PP -más uno de Sevilla que se presentó por Almería y del que hace tiempo que no sabemos nada- andan con la gaviota a cuestas, tan preocupados por esta tierra que no tienen más ocupación que cargar contra el Ejecutivo andaluz cada vez que le ponen un micrófono delante, sin importarles el lugar, la institución a la que representan o lo que esperan de ellos los ciudadanos.
En Andalucía, olvidada históricamente por la derecha, ya van sobrando este tipo de actitudes. Necesitamos que los ciudadanos se sientan reflejados en las instituciones y que no vean en ellas el logotipo del partido que las gobierna. Enredados por naturaleza en la confrontación, en la gran herencia genético-política de Aznar, los populares ni han sabido ni han querido librarse de ese “ruido” que siempre les acompaña en la oposición o en las instituciones donde gobiernan. Para ellos, la democracia y la decisión de la mayoría es un plato con una pesada digestión.
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