Miguel Lorente
Profesor de Medicina Legal
La costumbre adormece la razón y la habitualidad la crítica. En 2004 los organizadores del torneo de tenis más internacional de nuestro país, el Master 1000 de Madrid, sorprendieron a todo el mundo al recurrir a mujeres modelos como recogepelotas con el objeto de reclamar las miradas sobre ellas y sobre la publicidad que lucían en sus camisetas. Esta circunstancia levantó algunas críticas en su momento, pero año tras año la situación se ha repetido al tiempo que las críticas han disminuido conforme lo ha hecho la longitud de sus faldas, y nada ha importado que desplacen a chavalas y chavales aficionados al tenis que entrenan a diario y sueñan con estar cerca de sus ídolos, mucho más compartir la pista con ellos, aunque sea para lanzarle una pelota o entregarle la toalla. Nada de eso importa cuando de lo que se trata es de vender un producto, algo en lo que el cuerpo de las mujeres suele ser el mejor reclamo.
La decisión fue desafortunada en su día y sigue siéndolo aún más en la actualidad al contar con el agravante de la reincidencia, y algún tipo de responsabilidad o mala conciencia deben tener los organizadores cuando han recurrido a la incorporación de hombres modelos para, de este modo, acallar las críticas sobre la utilización de la imagen de las mujeres. Un torneo de tenis no es un pase de modelos, ni un trabajo basado en la estética de la mujer y, en consecuencia, lo que se hace al incorporar modelos es utilizar esa imagen de mujer para atraer la atención sobre ella como objeto. No estoy en contra de que la imagen sea un elemento básico en determinados trabajos, como ocurre con la profesión de modelo, lo que me parece poco justificable es que sea la imagen la que condicione y lleve a realizar un trabajo.
La incorporación de los hombres modelo refuerza que el objetivo es la utilización de las mujeres, y ocurre cada vez que se quiere justificar una situación de desigualdad o discriminación con las mujeres. Si es en la publicidad, como ocurre en este caso, pues se recurre a que los hombres también aparecen en muchos anuncios potenciando su imagen más sexy, si se habla de prostitución como una forma de esclavitud del siglo XXI se dice que también hay hombres que la ejercen, si entramos en temas como la violencia de género el recurso es inmediato a la violencia que sufren los hombres por parte de las mujeres… y así en cualquier tema relacionado con la desigualdad. Nunca se dice nada sobre los aspectos cuantitativos que hacen que sean mayoritariamente las mujeres quienes sufren estas situaciones, ni sobre los siglos que llevan padeciéndolas en exclusividad, tampoco, lo que resulta más importante, sobre el significado que tienen para la sociedad, pues mientras que la utilización de la imagen de la mujer es parte de la cosificación que sufren como personas, que en determinadas circunstancias las puede llevar hasta la violencia y la discriminación, las conductas de los hombres se entienden como parte de su libertad y de esa capacidad incuestionada que les permite hacer aquello que ellos quieran cuando lo deseen.
El argumento de utilizar los hombres como excusa puede parecer ridículo por débil, pero además es absurdo, se imaginan que se tratara de compensar un debate sobre el cáncer de mama diciendo que también existe el cáncer de próstata, o que al plantear un tema sobre el fútbol alguien dijera que habría que tener en cuenta la gimnasia rítmica… Serían argumentos ridículos, sin embargo son el tipo de razonamientos que se hacen cuando nos referimos a la situación de desigualdad que sufren las mujeres.
Si para darle prestigio a un torneo de tenis hay que pintar la tierra de azul o poner a modelos de recogepelotas, en lugar de procurar la calidad de los partidos y el ambiente deportivo, mal asunto para el tenis y para quien necesita ese tipo de reclamos para acercarse a la competición. Pero si, además, con esas decisiones desplazamos a quien realmente disfruta con este deporte y a los chicos y chicas que buscan estar cerca de sus ídolos, no sólo nos equivocamos en el presente, sino que impediremos ese futuro saludable que se quiere promocionar a través del deporte, el cual quedará reducido aún más a un mero anuncio con maniquíes vivos.
La otra opción es continuar en esa deriva que justifica la instrumentalización del cuerpo de la mujer y, por ejemplo, respaldar a aquellos empresarios que obligan a sus trabajadoras a llevar faldas, o a quienes realizan el calendario de la compañía con sus trabajadoras posando en bikini, o a aquella óptica que obligaba a sus empleadas (nada más que a ellas, no a los chicos) a llevar sólo la ropa interior bajo la bata… Estoy seguro de que si continuamos en esta línea alguien propondrá para sufragar la sanidad que las médicas vistan con batas sexys y ajustadas y que se borden las nombres de los laboratorio farmacéuticos cerca de pronunciados escotes… con toda seguridad encontraran muchos apoyos y la justificación moral de que siempre será mejor que el copago.
Para aquellos que ocupan una posición de poder muchas de las decisiones son “cuestión de pelotas”, o se hacen porque sí, o se ponen hombres como excusa para disimular… Por eso todo esto no sólo ocurre en el deporte, de hecho se produce más en política, pero en lugar de pintarnos la superficie de la realidad de azul, unas veces nos pintan el panorama negro, otras rosa y otras, simplemente, nos lo esconden. También resulta curioso que quienes menos están a favor de la igualdad sean los que más hablan de esta "paridad"... que hay que hacer recortes, pues con un par, que hay que afrontar una reforma laboral, con otro par, que hay que nacionalizar Bankia, pues con otro par... Lo dicho, para muchos tomar una decisión sólo es "cuestión de pelotas".
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