Kayros
Periodista
Hace un año, más o menos, el mal metafísico de este país se llamaba Zapatero. La derecha montó contra él todo un destrozo controlado, tal como ella sabe hacer cuando ve en peligro la pasta. La ciudadanía, atraída sin duda por lo mucho que los conservadores saben de bancos y de depósitos, votó en masa a Rajoy, un registrador de la propiedad. Ya saben, el más alto triunfo electoral de la historia de la democracia, etcétera.
Hoy España está cerca de ser intervenida por la Unión Europea, numéricamente mucho peor que con el Gobierno de Rodríguez Zapatero, y con un Gobierno que pide auxilio a Europa tras los pasos de Grecia. A la vista de que el mal era planetario, los nuevos ocupantes del Palacio de La Moncloa comenzaron a poner las cosas de lo más desastroso para que se viera que no podían cumplir lo que prometieron durante la campaña electoral.
Le han ido quitando a la Administración toda la grasa (perdonen este lenguaje de matadero) pero a quien dejan en los puros huesos es al trabajador con su sistema de recortes. Mariano Rajoy ha perdido credibilidad y su figura tiene hoy un aureola algo patética por cuanto no puede hacer nada contra la invisibilidad de los mercados después de haberse postulado durante mucho tiempo como la solución del sentido común. No crean que me alegro de su fracaso. Mi pensión también se resiente, aunque solo sea por eso. Pero es que sigo creyendo que la ascensión de la derecha al poder en España vino precedida de un tsunami de mentiras y de medias verdades.
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