Más feliz que una perdiz

Pablo Requena
Periodista

Me decía un buen amigo recientemente que poner -máxime en los últimos tiempos- la tele o la radio para ver o escuchar un informativo o comprarse un periódico era algo similar a fumar: cada uno te quita minutos de vida por el “pesimismo” y la negatividad” de las informaciones. Y a pesar de mis nulos conocimientos médicos y de que aún pretendo ganarme el sueldo con esto del periodismo –se pueden ahorrar el chiste y/o comentario jocoso al respecto- creo no equivocarme al darle la razón. Ciertamente, entre las noticias de “intervención inminente” de ciertas comunidades autónomas, la prima de riesgo rozando los 500 puntos (recuerdo, como si fuese del pleistoceno, cuando los “expertos” aseguraban que pasar de los 400 sería el apocalipsis), los recortes en sanidad y educación de Rajoy o el gobierno andaluz Griñán-Valderas, pintan bastos para el españolito de a pie al que, estar medio informado, le está costando la vida.

Tirando de refranero, podríamos recurrir al manido “la ignorancia da la felicidad” para hablar de otro buen amigo mío que reconoce orgulloso no ver telediarios ni leer prensa ni ná de ná. Eso sí, la esperanza de vida del colega dobla la tuya y la mía, y vive más feliz que una perdiz. Se trata de un tipo que no sabe lo que es la prima de riesgo, el déficit, la inflación o que desconoce la cara que tienen Valderas o Sánchez Gordillo, y sin embargo juraría que les votó el pasado mes de marzo. En fin, seguro que es un caso aislado.

Recuerdo mis lecciones de Filosofía y aquella máxima de que la principal meta del ser humano es hallar la felicidad. Entiendo que estemos inmersos en una época en la que ser feliz es harto complicado (a no ser que tengas carné del partido de turno y tu culo esté bien colocado), por eso, pareados aparte, les recomiendo que sean menos cultos, se informen menos y peor y que cada vez que salga en la tele algo referido a la prima de riesgo o la actuación de nuestros políticos y banqueros, cambien rápidamente de canal. Sí, usted será entonces más fácil de engañar, pero al menos le quedará una hermosa sonrisa dibujada en su rostro.

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