Prohibido comerse mi toblerone

Eduardo A. Centeno Puertas
Estudiante de Periodismo

Que mi primer hogar fuese la comandancia de la Guardia Civil de Almería tenía una particularidad muy bonita: cuando me asomaba por la ventana del cuarto de mi abuela a ver si mis amigos estaban en la calle, de fondo siempre me saludaba el Toblerone. Al ir camino del colegio, por las mañanas y con las legañas pegadas, también me saludaba al cruzar el puente que solventa las vías en la estación de ferrocarril (inciso: por aquella época, la estación de ferrocarril aún era ese edificio tan bonito cerrado hoy a cal y canto, y al que deteriora el inexorable paso del tiempo. Bueno, y las palomas, las ratas y demás). A día de hoy, que no vivo en la capital almeriense, me sigue saludando y dando la bienvenida al llegar a la ciudad, siendo una de las primeras imágenes con personalidad propia que veo cuando llego en bus o en tren (¡qué narices: y hasta desde el aire si llegas en avión!).

Esta nave industrial de tan peculiar forma, que imita al característico tentempié chocolateado, almacenaba antaño el mineral procedente de las minas de Alquife. Mide 235 metros de largo por 45 de ancho y data de la segunda década del siglo pasado. Desde hace un tiempo está inactivo, y por su ubicación, es uno de los terrenos más codiciados por las inmobiliarias carroñeras. Tras varios rumores, que ya eran vox populi en Almería desde hace mucho tiempo, por fin sabemos a ciencia cierta qué pasará con él: se tirará entero para construir edificios de 12 y 14 plantas. No aprendemos.

Casas vacías sin vender y gente a la que desahucian y ponen de patitas en la calle, personas hipotecando sus vidas sobre la hipoteca que ya tenían para conservar su hogar… y nosotros seguimos construyendo. En una ciudad además en la que quizás no sea necesario del todo. No creo que en Almería hagan falta pisos de 12 y 14 plantas tal y como está la cosa, con tantas carencias de otro tipo que impulsarían verdaderamente la ciudad para la gente que ya vive en ella. Mucho menos hace falta derrumbar una edificación tan emblemática, sino restaurarla y darle la utilidad que merece y sus vetustos cimientos claman a gritos.

El ejemplo más claro: un buen edificio público realmente aprovechable para exposiciones, congresos, ferias, talleres, cursos académicos y mil formatos más en los que podamos encontrar y respirar cultura. Y no digo museo público porque para ese espacio no se me ocurre nada más idóneo que la antigua estación antes mencionada. Es viable y necesario en una Almería en la que la juventud emigra (a Roquetas de Mar, en ocasiones, no hace falta irse más lejos) para ver algo más de lo que suele ofrecernos, algo interesante para nosotros y acorde a la lógica evolución de esta generación, fruto de la inquietud de nuestros padres en la incipiente transición que también seguramente aprovecharían. Ya se ha presentado un proyecto sólido como posible solución para ello, incluso.

¿Que realmente lo que te interesa es sacarle rentabilidad económica y crees que la cultura es apostar a caballo cojo? ¿Qué tal, por ejemplo, construir en él un centro comercial con licencias exclusivas para pequeños comercios locales, de cara a impulsar la economía de las familias almerienses? Un espacio sin Eroskis, Carrefoures, Alcampos, Zaras, McDonalds, Blancos y demás: sólo con Complementos Antoñita, Mercerías Paco, Pizzerías Pedro, Librerías Celia Viñas, Modas Puri o Peluquerías Salmerón. Es más, puestos a ponernos en lo peor: ¿que lo que quieres es tirarlo a toda costa? ¿Pues qué tal una zona de aparcamiento pública y gratuita al aire libre como la del puerto? Hay más dificultades hoy día para encontrar aparcamiento que para encontrar una vivienda (otra cosa es que puedas pagarla). Y con la nueva y abusiva norma de zonas azules ya me dirás tú si no sería más práctico. Pero no más rentable, claro…

No sé, a mí llamadme loco, pero me gusta el Toblerone. Realmente veo atractiva estéticamente una estructura de hierro en forma triangular, con sus coquetos surcos y su maquillaje colorado. Cuando menos, es diferente, y eso ya es mucho decir para una ciudad en la que sólo parecen vislumbrarse últimamente aburridos y rutinarios cuadrados o rectángulos en su skyline. Pienso que merece una segunda oportunidad, aunque tan sólo sea por lo que significó para el sitio que le vio nacer y al que ahora parece no importarle que le pongan la puntilla. Pero eso sí, el soterramiento ni mencionarlo…

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