Isabel Morillo
Jefa de Andalucía de El Correo de Andalucía
No son tiempos normales. No es en absoluto normal que un Gobierno que no ha cumplido ni dos semanas de rodaje afronte un recorte que afecta a uno de cada diez euros de su Presupuesto. Es brutal. No debe de ser agradable para Izquierda Unida estrenarse en el Ejecutivo andaluz metiéndole la mano en la nómina a los trabajadores públicos. Así, sin anestesia. Tampoco entra en la habitual cortesía institucional que un ministro de Hacienda arremeta a degüello contra Andalucía y sus números. Respiraba por su herida electoral. Es increíble que la consejera de Hacienda tenga que elevar la voz para que no pisoteen a una comunidad que representa al 18% de los españoles. Desconcierta oír al PP andaluz arremetiendo contra un recorte “brutal” cuando sus jefes en Madrid exprimen más a Andalucía y la abroncan.
Ha sido una semana intensa. Casi un cuarto de millón de trabajadores andaluces se han enterado de que la paga extra de junio será raquítica y de que echarán unos cuantos euros de menos en sus nóminas a final de mes. Hay interinos que van a pasar la barrera del mileurismo y encima tienen que dar las gracias porque no los van a despedir. O sí. No se sabe, porque a los sindicatos no les salen las cuentas y creen que al final tendrá que destruirse empleo si se aplican las medidas dictadas por Mariano Rajoy.
En cualquier centro de salud andaluz el personal está indignado. Hay esperas, bajas sin cubrir, profesionales quejosos y pacientes que ven recortes en cada esquina. Los maestros, que deberían estar contentos porque en Andalucía no se va a elevar el número de alumnos por clase, están quemados. Tienen que trabajar más horas y van a ganar menos. Habrá movilizaciones y protestas.
La obra pública pasó a mejor vida. Los constructores hablan de 70.000 empleos destruidos. Los ciudadanos de clase media, 1.400, 1.800 euros al mes como máximo, esa que el presidente José Antonio Griñán dijo que no debía de soportar sobre sus hombros todo el peso de la crisis, se sienten vapuleados. Si no le regatea a Hacienda y tiene una nómina media, es carne de la crisis. No disfrutará ni de ayudas ni de bonificaciones sociales pero le pedirán un sacrificio mayor y apelarán a su solidaridad para salir de una situación de emergencia. Da igual que en su día no especulara con la vivienda o que no se le haya ocurrido comprarse un coche de lujo o un piso en la playa.
Según el Gobierno andaluz, los andaluces deberían de dar las gracias porque se ha hecho lo menos malo que se podía hacer, pero hay muchos ciudadanos que no se sienten en absoluto agradecidos. Compréndalo. Y que sepan los funcionarios, a los que se pide “un enorme sacrificio”, que lo que les está ocurriendo es poco en relación con lo que sufren la mayoría de los trabajadores. Que levante la mano quién no haya visto ya reducido su sueldo varias veces o despedido a compañeros, conociendo de primera mano dramas personales y familiares. Es fácil: ponen un Expediente de Regulación de Empleo sobre la mesa y animan a rascarse el bolsillo para salvar a unos cuantos. Así llevamos un par de años. Empieza a ser normal y no sirve de nada.
Sería injusto decir que el Gobierno de izquierdas de Andalucía no ha escogido otro camino. Al menos no ha seguido al dictado las directrices del Gobierno central, cargando sobre el gasto en sanidad y educación los recortes. Andalucía ha optado por meter la tijera a las nóminas. Se reducirán cargos públicos y el sueldo de los miembros del Gobierno va a bajar un 5%. Palidece al lado del 30% que ha impuesto Hollande a su gabinete. Pero no se arregla nada de forma estructural. Las medidas son coyunturales. No se afrontan reformas de verdad. Se deja intacto un sector público que los expertos dicen que es un monstruo insaciable. Da la sensación de que se adoptan las medidas menos dolorosas desde una óptica de izquierdas pero no se ataca la raíz del problema. El presidente Griñán lo admite: ésta es una crisis financiera. El déficit es la consecuencia no la raíz del problema. Tanto sacrificio para nada. Para salir del paso. Para cumplir en Madrid y Bruselas.
Explíquense bien y en cada momento. No se echen la culpa los unos a los otros, no respiren por sus heridas ni actúen de forma partidista, no utilicen los euros públicos en vano, no contraten y coloquen a más asesores, cumplan con lo que dicen. Es comprensible que los ciudadanos estén desconcertados y se merecen una clase política de altura. Llueve sobre mojado. Paro, despidos, recortes, sacrificio… forma parte del imaginario colectivo. La gente está triste, asustada, desanimada. La angustia se extiende como un mal endémico. Algo tiene que pasar. Algo bueno. Por favor, procúrenlo. Hagan bien su trabajo.
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