José A. Martínez Soler
Periodista
Pte. de la J. R. del Cabo de Gata-Níjar
Paul Solman, colega y amigo de Harvard, me ha pedido opinión sobre “el dolor en España” (Pain in Spain) para la la TV (PBS) en EE.UU. Le contesté como si fuera libre. Ahí va:
Querido Paul:
Disculpa mi retraso en contestar a tu pregunta “¿Qué está pasando en España?” Lo que está pasando en España (I told you so) es mucho peor de lo que pensé hace unos años tras la doble crisis: la financiera de las subprime, Lheman Brothers, etc. (que atacó a casi todos los países) y la explosión de la burbuja inmobiliaria (que atacó sobretodo a España). Es una crisis grave pero no es peor que la que sufrimos y superamos entre 1975 y 1985, la década que siguió a la muerte del dictador. Entonces tuvimos que cerrar masivamente industrias básicas que emigraban a países emergentes (siderurgia, naval, textil, calzado, etc) y un tercio de los 150 bancos, lo que elevó el paro al 23 % de la población activa. Al mismo tiempo, en un ejercicio de malabarismo político, tuvimos que construir las bases de la democracia, una palabra casi extranjera en España. Como decía el primer presidente de la Democracia, Adolfo Suárez, “cambiamos las cañerías sin cortar el agua”. Sobrevivimos como la décima economía del mundo y como ejemplo de transición pacífica de la dictadura la democracia. Y no estábamos aún en la Unión Europea.
Ahora tenemos el mismo porcentaje de parados que en 1984 y, además, cientos de miles de viviendas vacías (¿te acuerdas de nuestra visita al imperio fantasma de El Pocero?) y de solares rústicos (activos tóxicos valorados tramposamente como urbanos en los balances de los bancos y cajas de Ahorro) que han llevado a la quiebra a casi la mitad del sistema financiero español. La manta de la expansión económica suele ocultar los vicios e ineficiencias. La crisis tira de la manta y descubre las vergüenzas: despilfarro público y privado, nepotismo, economía sumergida, corrupción, abusos contra el Estado del Bienestar, injusticias, impunidad de los delincuentes de guante blanco, etc. En estos momentos, percibo un gran desprestigio de la clase política (pocos jóvenes piensan dedicarse a la política como algo honroso) y lo que yo llamo el Indice de Corrupción Ambiental (el ICA) resulta hoy insoportable.
Los datos macroeconómicos de la crisis son muy conocidos (cae el PIB, se hunde el consumo, crece el endeudamiento público y privado, caen los ingresos públicos, sube el déficit, cae la Bolsa, sube la prima de riesgo, etc., etc.). O sea, todos los indicadores parecen conjurados para favorecer el circulo vicioso de la recesión. Sin embargo, y aunque España no es Grecia, hay algo distinto en esta crisis económica que me perturba: el deterioro de la confianza de los ciudadanos en las instituciones democráticas que representan los poderes del Estado (Legislativo, Ejecutivo y Judicial). Hay ejemplos terroríficos: los partidos políticos se financian ilegalmente –e impunemente- mediante la corrupción generalizada del sector inmobiliario y bancario, el Gobierno ha perdido su poca credibilidad ya que está haciendo exactamente todo lo contrario de lo que prometió antes de las elecciones del 20-N de 2011 y los jueces híper politizados y sesgados están en el escalón mas bajo de la estima social.
Se dan situaciones grotescas y ridículas: el presidente de la Corte Suprema, Carlos Divar, se ha desprestigiado por sus 22 viajes, acompañado por “un cargo público” desconocido, a hoteles de lujo en la costa de Málaga y Cádiz (largos fines de semana de viernes a martes) pagados con los impuestos de los españoles. La impunidad del golfo presidente del Tribunal Supremo (causa archivada) contrasta con la persecución inquisitorial contra el juez Garzón (quien mandó detener al general Pinochet, investigar los crímenes de la Dictadura del “generalísimo” Franco y una red de corrupción ligada al Partido Popular gobernante). Jueces partisanos han expulsado a Garzón de la carrera Judicial en base a minucias y tecnicalities en el procedimiento. Hasta la Monarquía -que era respetada tras su papel contra el fallido golpe de Estado militar del 23-F de 1981- ha perdido el norte mientras el Rey mata elefantes en África y su yerno está procesado por robar dinero público.
Y lo peor es el paro juvenil (casi el 50%) y la consiguiente sangría de jóvenes bien preparados que están emigrando en masa a otros países. Se está descremando España. Como suele ocurrir con los movimientos migratorios, los mejores se van fuera. Afortunadamente, dos de mis tres hijos ya están trabajando y viviendo en Estados Unidos (Erik en Hollywood y David en Santa Fe). Es posible que si todo sigue en Europa por el camino actual toda la familia acabemos pronto en tu país del que guardo tan maravillosos recuerdos.
No me gusta nada el renacimiento de los nacionalismos (especialmente, otra vez, el alemán) y la abundancia de líderes europeos mediocres. También crecen los ataques casi racistas contra Portugal, Italia, Grecia y España (los PIGS, países del Sur a los que unen a la católica Irlanda, que no veneran la ética del trabajo ni practican la milla extra ni comparten el espíritu del capitalismo destacado por Max Weber). No por casualidad, los PIGS son los más dañados por la crisis.
Lo peor es que, después de lo que pasó no hace mucho con la ex Yugoslavia, no veo claro el futuro en paz de Europa. La primera gran crisis del euro (¿la moneda de la paz?) ha destapado las vergüenzas ocultas y la insolidaridad tribal de la Unión Europea en donde el grito de moda parece ser “sálvese quien pueda”.
El péndulo económico y social lleva demasiado tiempo parado en el lado de la avaricia y muy lejos de la compasión o la solidaridad. La confrontación ente los socios europeos está superando a la necesaria y urgente cooperación.
Como ves, pese a mi optimismo suicida, la respuesta a tu difícil pregunta es prácticamente imposible de resumir.
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