Joaquín Abad
Exdirector de La Crónica
No entiendo cómo no dimitió nada más conocerse que abusaba de su cargo y se tomaba tantas y tantas semanas caribeñas. No entiendo a un Ruiz Gallardón dando por bueno el archivo de la denuncia que había salido de un miembro del propio órgano de los jueces. A lo mejor Corulla, esa abogado tan mona implicada en el escándalo de Marbella, es la que estaba en el subconsciente de don Alberto, reciente ministro de Justicia, para manifestar tamaña chorrada de que con el archivo de la querella se fortalecía la imagen del presidente del Supremo, Carlos Dívar, después de que se hiciera público que pasaba como gastos protocolarios cenas y cenas con velitas en las piscinas de hoteles de lujo de Marbella. Desde el primer indicio debió dimitir y marcharse a casa ya que una vez encendida la mecha no hay quien pare y cada día han salido nuevas revelaciones cada vez más vergonzosas.
Después de lo leído, no nos merecemos un presidente del Supremo con tamañas debilidades y tan poco dado a trabajar, ya que al parecer sus semanas caribeñas contrastan con el atasco judicial, de todos conocido, no sólo en el tribunal que preside, sino en todas las plazas en general. Y si analizamos quien le acompaña en sus viajes dentro y fuera de España, y demás detalles, pues nos encontramos toda una trama rosa que quizá sea del agrado del lobby gay, pero que a los españoles en general nos chirría, por lo menos.
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