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Al poco de comenzar la reunión del Consejo de Ministros, el presidente del Gobierno, Felipe González, propone la concesión de la medalla de las Bellas Artes a Rocío Jurado. Busca el asentimiento del resto del gabinete. Los señores ministros saben que uno de ellos, Josep Borrell, es objeto de cuchicheos: se dice que es homosexual y que mantiene una relación con José Ortega Cano. El único que toma la palabra es precisamente catalán. Silencio expectante. “Estoy de acuerdo con la propuesta”, dice, “aunque… (pausa)… Rocío me haya quitado el novio”. Estupor, primero; desconcierto, después. Carcajadas finalmente. El titular de Transportes quiso, de esta singular manera, desmentir lo que se decía sobre su orientación sexual.

No presta Federico mucha atención a las cuitas domésticas de los parlamentarios almerienses, y uno no sabe si eso es bueno o malo. De Juan de Dios Ramírez Heredia, el primer y único diputado gitano, destaca que lo fue tanto por la UCD como por el PSOE, pero olvida que fue diputado por Almería. De Cristina Narbona sí recuerda que fue representante de nuestra provincia. El párrafo más extenso, por lo que respecta a lo que directamente nos atañe, se lo dedica a alguien que nunca ha sido ni diputado ni senador. Lo hace en el capítulo de los parentescos políticos. Habla del exconcejal capitalino Juan Antonio Bisbal, de quien dice que ostentaba como único mérito para acceder al consistorio municipal el parentesco con David. Bueno debe estar Bisbal. El tito, digo, no el sobrino, que éste otras ocupaciones tiene.
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