Juan Carlos Blanco
Director de El Correo de Andalucía
Un ejercicio de agenda-ficción. Un día cualquiera a partir de mediados de julio, el alcalde de Sevilla se reúne a primera hora con sus colaboradores en la Plaza Nueva, se desplaza luego a la Barzola a media mañana para visitar unas obras de reurbanización y de inmediato encamina sus pasos a Santa Justa para tomar un AVE que le permita llegar a primera hora de la tarde a Madrid para una reunión en Génova de la que se va apresuradamente para llegar a un acto del PP en Jaén al anochecer al que asiste en su calidad de sucesor de Javier Arenas en la presidencia del PP andaluz.
¿A que cansa sólo escucharlo? Pues bien, este relato tiene muy poco de ficticio: es lo que le esperará a Juan Ignacio Zoido tras aceptar la encomienda que le ha hecho su amigo y gran valedor Javier Arenas con la aquiescencia de Mariano Rajoy y María Dolores de Cospedal y con el refrendo a la búlgara de los presidentes provinciales del PP en Andalucía.
La unanimidad que ha suscitado su nombramiento, apenas rota por algunas voces más sarcásticas que discordantes, dice mucho de la confianza que despierta Zoido entre los suyos y de la esperanza que tienen esos muchos de que sepa pilotar una sucesión más o menos ordenada de quien ha sido durante dos décadas mucho más que un simple líder popular en Andalucía: Javier Arenas Bocanegra.
El sevillano oriundo de Olvera ha sacado otra vez el billete para la calle Génova pero no se quiere montar en el AVE sin dejar atado un relevo que le tiene que preocupar. Y para eso se quiere valer de su gran valido más allá de un Antonio Sanz a quien, por cierto, todos han despedido entre alabanzas por su calidad humana y por el estajanovismo exacerbado con el que ha llevado adelante la maquinaria del partido.
Ocurre, sin embargo, que la operación tiene muchos más riesgos de lo que pueda presuponerse. Por lo pronto, aporta una munición inesperada al PSOE, que encuentra una oportunidad única de erosionar a un Zoido que se ha pasado un año en un estado de casi levitación después de ser recibido en el Ayuntamiento como si llegara el Mesías dispuesto a rescatar a Sevilla de la prima de riesgo que representaban Monteseirín y Torrijos. No parece que sea muy descabellado pensar que el PSOE repetirá una y mil veces la idea de que Zoido es incapaz de llevar adelante tanta acumulación de cargos y de que tanta hipercatividad le lleva a descuidar su labor en el Ayuntamiento de Sevilla. Y lo más seguro es que tengan razón. ¿O no les parece que se le está pidiendo, y él ha aceptado, un empeño para el que no le vale ni con las 24 horas del día?
Es inevitable en tal sentido que muchos sevillanos que le hayan votado se puedan hacer la siguiente pregunta: “¿No decía nuestro alcalde que su prioridad absoluta es Sevilla? ¿Entonces para qué se mete nada menos que a encabezar el PP de Andalucía? ¿O es que el efecto Zoido se puede multiplicar hasta el infinito sin que le afecte al susodicho? Y ahora hagamos la pregunta desde la perspectiva del PP andaluz: Después de tener a un líder que se ha hecho miles y miles de kilómetros recorriéndose Andalucía hasta el hartazgo, ¿no resulta contraproducente situar en su lugar a un dirigente que tiene que estar tan pegado a la capital andaluza? ¿No puede significar esto anular un trabajo de campo que tanto ha costado y lanzar un mensaje de reconocimiento de que no pueden hacer más de lo que hacen?
Francamente, salvo que la confianza en la energía física y mental de Zoido sea ilimitada, cuesta creer que pueda concentrar estos cargos sin que eso no vaya en perjuicio de alguna de sus ocupaciones. Y que conste que esto no es un reproche a la figura del alcalde de Sevilla, casi obligado a aceptar este nombramiento, sino una mera cuestión de lógica. Igual que hizo en su día Teófila Martínez, Zoido puede compatibilizar ambas tareas. Y desde su nuevo puesto puede ahormar un equipo en la calle San Fernando que se forje en estos años y del que salga un candidato a la Junta que tal vez no sea él.
Pero las cosas como son: todo esto son conjeturas que se confirmarán (o no) en el tiempo, pero el hecho objetivo es que el PP vuelve a tirar de Zoido en un momento delicado olvidándose de que no es un chicle que puede mascarse una y otra vez sin perder el sabor.
La crisis está devorando todos los gobiernos que se le están poniendo por delante, haciendo trizas todos los cálculos electorales más o menos racionales que se le puedan hacer. En esta tesitura, la experiencia demuestra que el PP andaluz necesita un líder a tiempo completo. Zoido puede ser un buen presidente de transición y también un excelente cartel del PP para las próximas elecciones autonómicas. Es una figura que despierta pocas tiranteces a la hora de pilotar el PP post-Arenas, pero tendrá que elegir. Ni se puede estar en misa y repicando ni se puede estar a la misma vez en La Barzola y en Jaén salvo que se tenga un don del que carece por razones obvias: el de la ubicuidad.
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