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La parroquia de Gabriel

Marcial Vázquez
Teleprensa

Es posible que en otros artículos haya hablado de la cultura política y la cultura cívica. Son dos conceptos muy importantes, y sobre todo determinantes para configurar la clase de democracia que disfruta una sociedad. Y digo disfruta y no padece porque la libertad política siempre se hizo para disfrutar como personas, y no para padecer como contribuyentes. Sin embargo es posible que esto último esté en cuestión debido a los tiempos tan convulsos que corren donde la lógica económica y social se ha puesto al servicio del interés político espurio que en Europa encarna Angela Merkel y en España practica el Partido Popular. Pero no hace falta irse a Berlín porque aquí en Almería tenemos un auténtico paradigma del resultado institucional de fomentar y cultivar una cultura política parroquial y de súbditos. Esta es la base para que el PP almeriense consiga hacer de la provincia un remanso de paz oceánica en medio de sus múltiples estafas, incompetencias e incoherencias varias. Del PSOE de Almería ya hablaré la semana que viene.

Hace pocas semanas me pasó algo totalmente verídico como aterrador. Estando yo en una sucursal bancaria, se puso en la mesa de al lado un maestro jubilado, con el fin de retirar su plan de pensiones para ayudar a su hijo. No sé a santo de qué, pero de repente dijo lo siguiente (aproximadamente): “Se necesitan más políticos como Gabriel, al que todos admiran, contra él no se atreve nadie, ahí los tiene bien puestos. Es una pena que no haya llegado más lejos porque él sabría sacarnos de esta”. Como yo he recibido una educación extraordinaria, gracias a la escuela pública, no me metí en dicha conversación ajena y seguí a lo mío. Pero evidentemente este suceso abría un espacio de reflexión personal y muy profunda: muy mal debemos de haber hecho las cosas como sociedad, como país, como provincia, para que alguien como Gabriel Amat sea el modelo soñado por un maestro. Aún recuerdo cuando en una de las homilías sectarias que daba antes, no sé si ahora, en la sede del PP de Roquetas, llegó a decir que él estaba en política perdiendo dinero. Y mientras, todos los oyentes asentían con la cabeza como si hubiesen presenciado la bajada del Espíritu Santo. Esta escena, desde luego, no es una anécdota, sino al revés: es la explicación.

Siempre he creído que la política para la sociedad debe de ser como la medicina para el ser humano. ¿Alguien se imagina discutir en la barra de un bar qué medicación darle a un enfermo? ¿O que alguien que a duras penas sabe leer y escribir se meta en un quirófano a operar? Pues esto es lo que pasa con ciertos políticos y con ciertas políticas. No es que apueste por una concepción elitista de la política, que en cierta medida ya existe, sino que es necesario ser competentes en aquello que uno haga en la vida. Y en política no digamos. Estamos donde estamos porque hemos sido gobernados no solamente por dictadores de bolsillo sino también, y sobre todo, por incompetentes descerebrados.

Precisamente ciertas actitudes no solamente son dañinas para la sociedad sino también para los propios compañeros de partido. En Vera, sin ir más lejos, la causa de la crisis popular ha sido el omnipotente Gabriel, porque la expulsada estaba hasta las narices de que Gabriel metiese sus narices, valga la redundancia, en los asuntos locales. Y claro, esta chica parece ser que aún no se había enterado que para todo el PP de Almería primero están los intereses de Arenas, después los de Gabriel y, si queda tiempo, los de Luis Rogelio. Y así ha acabado: en la calle, pero no sin sillón de concejala. Es posible que algún brazo ejecutor no tuviese en cuenta que el acta de concejal es propiedad personal y no del partido. Entiendo que esto sea confuso para quien concibe que los cargos y militantes del PP son propiedad suya.

Pero mientras, se proyecta la construcción de una nueva diputación-residencia, acabando con una de las residencias con más premios internacionales y más prestigio en nuestro país. Yo espero que la obra de la nueva sede no sea adjudicada a Hispano Almería. Y bueno, si se le adjudica, total, no pasará nada. Esta es la cultura política que hemos fomentado y que muchos se empeñan en petrificar. Volveremos a las tertulias de café para quejarnos de lo chorizos que son los políticos, la manada de hijos de puta que hay en los partidos y de inútiles en los cargos institucionales. Luego iremos a las urnas y votaremos al más honrado, al más preparado y al más transparente.

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