Juan Rubio
Jefe de Economía de El Correo de Andalucía
Cuánto fervor pondría Fátima Báñez ante la Virgen del Rocío que, al final, incrédulo yo, no tendré más remedio que reconocer que se hizo el milagro y que los caminos de la ermita, la rociera, no la de Fátima, ministra o Virgen, son inescrutables. Sí. La Blanca Paloma tuvo la gracia de conceder a Mariano Rajoy el prodigio de conseguir gigantesco dinero sin contrapartidas por parte de quienes prestaban, benditos ellos, bondad maravillosa, y, además, que España –fíjense, por primeva vez en la historia de la Eurozona– pusiera sobre la mesa, cómo lo digo… sus cojones. ¿A mí presionar? ¿A mí? Quien presioné fui yo, dijo gallito nuestro señor presidente con sus dos… esos.
Demos, pues, eterna gratitud a Báñez por encomendarse a la Señora para salir de la crisis económica y, así, asunto resuelto, que Rajoy pudiera asistir al fútbol. En el partido, por cierto, pronto se disipó la gentil aura que, desde la primorosa aldea onubense, le acompañaba. Simple empate que supo a poco, aunque, en su descargo, cabría recordar que estos italianos siempre juegan con suprema ventaja, por sus romanas tierras tiene sede el Vaticano, casa de San Pedro. Esto son palabras mayores, línea directa con Dios, sin intermediarios como tuvo la ministra de Empleo quien, en ausencia de datos esperanzadores con los que sólidamente sostener su labor al frente de la cartera, lanzó la plegaria no en privado, sino en una rueda de prensa que, como no podía ser menos y para sumo delirio de los presentes, concluyó al grito de viva la Virgen del Rocío, viva.
Esto de mezclar política y fe entraña sus riesgos. En este mundillo de vírgenes y santos hay gran competencia y mucho sentimiento de agravio, dada la nutrida lista del devoto país, quizás tan larga como su nómina de desempleados. Porque, señora ministra de estos últimos: ¿Qué tiene su Blanca Paloma que no tenga mi patrón, San Roque, cuyo perro, pobrecilllo, no tiene rabo, se lo han cortado? Juguemos, por tanto, a dilucidar qué imagen es más milagrosa, así que vaya a mi pueblo, grite un público viva San Roque, viva, y ya verá cómo, obrado el milagro del empleo, otro asunto resuelto, nos podremos ir todos al fútbol, incluidos los exparados, y no sólo nuestro mariano presidente…
Ni que decir tiene que, en esto de las peticiones de mediación divina, hay quienes, políticos ellos y convirtiendo las procesiones en políticas, se apuntan a las preces públicas. Ahí queda el caso del alcalde de Sevilla, el muy popular Juan Ignacio Zoido, quien, ante el siempre madrugador Corpus Christi, proclamó que sus vecinos –los sevillanos, se entiende, no sólo suyos– confían en Cristo para salir de la crisis.
Y tenía el hombre razón. A falta de confianza en los políticos, entre ellos los de su partido, ése que nos gobierna, el PP, habremos de apelar a entidades administrativas superiores… Pero dejemos al buen Zoido y centrémonos en la buena Báñez porque digo yo que, en la escala de bienaventuradas respuestas, tendrán prioridad las súplicas del cardenal frente a las del monaguillo… Es más, esta última teoría jerárquica está ya contrastada, pues al común de los mortales, a los creyentes de a pie, a los cinco millones de parados, el Cielo no les hace ni caso por mucho que, en privado, imploren trabajo. Al contrario, les castiga con más desempleo –véanse las estadísticas del departamento de la ministra como prueba irrefutable de la sordera celestial–.
Es loable, de verdad, sincero soy al decirlo, que quienes tienen fe así lo manifiesten públicamente. Al fin y al cabo, uno no puede negar qué es y qué siente y no tiene por qué ceñirlos a la oración privada. Si Báñez es rociera, adelante, a gritar con devoción viva la Virgen del Rocío, viva, hasta desgañitarse, como el macareno y el trianero a sus respectivas. Lógicos y comprensibles el sentimiento religioso y el fervor. Pero lo que ya no veo tan lógico ni tan comprensible, sino rayano en lo patético, es implorar en una comparecencia pública en el ejercicio de su cargo y mientras anuncia rebajas fiscales para las empresas colaboradoras del Año Santo Jubilar Mariano que, entre agosto y septiembre de 2013, se celebrará en Almonte –como negocio que es tal acontecimiento y, por tanto, economía para todos, no entro a discutir tal amnistía tributaria, que incluso podría llevar aparejada una indulgencia plenaria para estas empresas, incluso para las pecadoras, ya se sabe que, mediado dinero, siempre hay perdón, cosa distinta es el propósito de enmienda–.
¿Y por qué no esa invocación pública? Porque, además de dejar en evidencia las capacidades propias para solventar los entuertos generados por los hombres, corría usted el riesgo, mi querida ministra, de que la Blanca Paloma volviera su rostro hacia el suyo, le mirara a los ojos y le reprochara aquello de a mí rogando y, sobre todo, con el mazo dando…
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