Más Europa y menos mentiras

Juan Carlos Blanco
Director de El Correo de Andalucía

Se nos amontonan las preguntas en torno al rescate de los bancos españoles, pero no hay respuestas fiables para la empresa más difícil con la que se enfrenta el país desde la llegada de la democracia.A riesgo de caer en simplificaciones sin cuento, aquí van algunos de estos interrogantes de algo que algunos califican de éxito pero que no deja de ser la constatación de nuestro fracaso como nación:

1. ¿Era el rescate necesario? Sí, o al menos no se adivinan alternativas reales. El sistema financiero expía aún el pecado inmobiliario y amenaza con llevar España a la ruina. Si no recibe el préstamo, se acercaría a ese colapso económico que eufemísticamente llamamos estar al borde del precipicio. O mejor dicho, habríamos caído ya en él.

2. ¿Es un rescate o como dicen Rajoy y De Guindos un préstamo en condiciones muy favorables y una línea de crédito? Un poco de respeto: pues claro que es un rescate. Nos ha faltado llamar al Séptimo de Caballería implorando piedad y unas cuantas prórrogas más de los vecincimientos de nuestras deudas. En cualquier caso, el debate terminológico es el más absurdo de todos. ¿Qué más da cómo lo llamemos?

3. ¿Las condiciones para recibir el préstamo se circunscribirán, como sostiene el Gobierno, al ámbito estrictamente financiero? Será así, pero tenemos las mismas posibilidades de que nos nos afecte como sociedad que Argentina gane la Eurocopa. ¿Cómo no va a afectar a España que sus bancos pidan un préstamo que equivale al 10% de su PIB?  Salvo un ataque agudo de ingenuidad, no valen proclamas tan escasamente creíbles. Se avecina otro estrangulamiento de nuestros recursos. O al menos es lo que parece. Atención a a letra pequeña.

4. ¿Significa eso que llegarán a España los temidos ‘hombres de negro’? ¿Acaso lo dudan? En el mismo documento de autorización del préstamo se mandata al Eurogrupo para vigilar de forma regular y cercana a España. Es decir, que tendremos por aquí a unos funcionarios con acento francés y alemán y con aspecto de confiar menos en nosotros que en la bondad de las tarántulas.

5. ¿Merece este desastre reclamar la asunción de responsabilidades? La concesión de un préstamo de estas características certifica el fracaso de un sistema en el que demasiados han fallado de forma clamorosa. Lo propio de las democracias asentadas es que en el momento oportuno se depuren todas las responsabilidades contraídas. Veremos si España se comporta como esas democracias asentadas o se acerca en materia de transparencia a países como Guinea Ecuatorial.

6. ¿Se recuperará la confianza en los bancos españoles? Desde luego liquidez tienen, pero tienen una doble prueba. Deben demostrarles a los mercados que ya no tienen más ronchas escondidas en sus balances y también deben demostrarles a los españoles que tienen capacidad para volver a conceder créditos y permitir que fluya la actividad económica. ¿O es que el dinero europeo sólo servirá para pagar los vencimientos que les llegan?

7. ¿Tiene Europa dinero para darnos el préstamo? Pues parece que no y que a su vez tendrá que pedirlo. Será curioso comprobar qué entidad supranacional o hasta fondo de inversión concede el dinero.

8. ¿Estamos mejor o peor que antes de la petición del préstamo? Esto no hay quien lo responda hasta dentro de unos meses, pero sí que cabe una certeza. Es un punto de partida para una hipotética recuperación que ya veremos si es capaz de abrirse paso. Europa asume que tiene que dar el dinero para que España no se caiga, nosotros nos tragamos el orgullo, aceptamos que debemos lo que no tenemos y aceptamos el salvavidas de los socios continentales y los bancos encuentran el dinero que les permitirá seguir operando.

9. ¿Era necesario mentirnos tanto? Empezamos (Zapatero) negando la crisis y ahora con Rajoy hemos negado la subida de los impuestos, los recortes y la intervención hasta que el castillo de naipes se ha derrumbado por completo. Algunos enarbolan banderas utópicas antieuropeístas que nos  retrotraerían a la España de los  cincuenta. Pues lo siento, pero la solución viene de la mano de más Europa. Eso sí, sin que sigan considerándonos unos menores de edad a los que no se les puede decir toda la verdad para que no nos enojemos más.

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