Miguel Ángel Blanco Martín
Periodista
Igual me podía haber quedado en casa pero, por una noche, la “Noche en blanco” podía ser una experiencia diferente. Así que se impuso la curiosidad frente al deseo inicial de rebeldía: ¿Por qué hay que salir a la calle la “Noche en blanco”? ¿Porque lo diga el Ayuntamiento? ¡Venga ya! Otras noches de fines de semana la gente sale a la calle, a algún espectáculo o algún que otro bar de tapas. Y no pasa nada. Otra cosa es el “botellón” de los jóvenes sin fronteras, educados en el desorden de las basuras, en una particular actitud de jugar a ser adultos. Lo de la “Noche en blanco” por consiguiente es otra cosa. Es una iniciativa que surgió en París y Berlín hace una década, aunque esta noche especial surgía con la luna del final de verano (finales de septiembre o principio de octubre). Se abren museos, galerías de arte, centros culturales, comercios de toda clase y la calle se reinventa, sobre todo eso, la calle, convirtiéndose en un lugar de consumo de encuentros, palabras y diálogos. Y ahora, Almería se ha estrenado en esta iniciativa.
La Raspa |
En mi “Noche en blanco” visité primero la Casa de las Mariposas, aunque ya lo conocía, entre una presencia numerosa de gente, para escuchar explicaciones sobre el edificio de Trinidad Cuartara y sobre el simbolismo de diseño de las mariposas que dominan, desde la altivez del edificio, el entorno de la Puerta Purchena. Desde arriba, una buena panorámica, aunque ahora sea imposible ver el mar por el disparate urbanístico y arquitectónico que impusieron, en los sesenta, el Ayuntamiento de Almería y los intereses privados de entonces, cuando se decidió destruir el Paseo. Y que todavía hoy, ya en el siglo XXI, hay quienes quieren continuar. Abajo, la multitud en un desfile de moda, con sonidos musicales, mientras que otras personas viajaban a los subterráneos de los “Refugios” contra los bombardeos en la guerra civil.
Paseo arriba, paseo abajo, el recorrido por las calles de la ciudad va descubriendo los distintos y pequeños escenarios que se han organizado. Público de todas las edades, pandillas de adolescentes, de jóvenes, de adultos, de jubilados. Juegos de magia, espectáculo circense, el personaje que echa fuego por la boca, la bailarina de la danza del vientre, el Dj. que pincha discos de vinilo para un público adolescente. Reivindicación de un espacio libre para la poesía en la galería “La Nave Blanca ” (calle de las Tiendas), donde los grabados y poesía de Rafael Alberti se dan la mano con imágenes del viaje en tren (“Almería-Granada-Sevilla”) de Carlos Pérez-Siquier. Poetas con sus versos en este escenario artístico para la imaginación del poema libre. Después, una cita en la Plaza Vieja.
Por todas las calles, doblando esquinas. Calles con puertas abiertas que invitan a la sonrisa, a la evasión por un momento. Invitaciones, “pasa, vecino, y tómate una cerveza, allí tienes tapas, tortilla de patatas, jamón, ensaladilla…”, en un comercio de moda joven en la calle Marqués de Comillas, “lo de vender esta noche es lo de menos, lo importante es que nos vemos los amigos, nos reencontramos los que nos vemos todos lo días, los empleados de los comercios de la calle, ahí está el de enfrente, Manolo, pinchando discos, que ya está bien de tanta leche con la mierda de la crisis, que da susto poner le televisión todos lo días o leer la prensa o escuchara la radio, vamos a disfrutar por nuestra cuenta, por la amistad…”
Y frente a la Escuela de Arte, el grupo musical La Raspa , que lidera Javier Maresca con su guitarra, que también pone su voz, una voz muy personal y creativa que sorprende, y su periplo, especialmente por la música de los sesenta. Niños a sus pies, mirando absortos, adolescentes, jóvenes, “rocks y mods”, familias. El grupo musical, tan cercano, disfruta. Se nota en sus rostros y miradas. Encuentro de generaciones, abrazos, sonrisas abiertas, público que se integra, público que observa atento, que se sorprende por lo que escucha, que recuerda por lo que se vivió en aquella juventud. La Raspa puso un gran momento de los reencuentros en la calle cuando abordó, con dignidad y respeto, “Like a rolling stone” de Bob Dylan, el himno de una generación que todavía está vivo. Y después la “Noche en blanco” permaneció libre y abierta por las calles de una ciudad que, por una noche, tuvo la sensación de que es posible moverse y soñar al margen del sistema con la historia particular de cada uno.
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