De "pringaos" a "privilegiaos"

Víctor Mengual Arrufat
Articulista

Estuve cenando en casa con un matrimonio amigo y llegó el tema polémico: los Funcionarios. Me comentaban, indignados y decepcionado, las vicisitudes de la esposa. Ella, tras terminar su Diplomatura, decidió intentar ser funcionaria. Sabía perfectamente que la seguridad de ser funcionario suponía eliminar sus ambiciones y renunciar a los caprichos, pero, a cambio, viviría de un sueldo modesto y seguro. También sabía que la destinarían a cualquier lugar de España, lejos de su querida familia, a quien añoraría.

Corría 1987 y decidió sacrificarse, encerrarse y estudiar a fondo. Sus amigas consiguieron un trabajo fácil y, entonces, bien remunerado. Ellas le espetaban diciéndole que, por ese sueldo, no se encerraban a estudiar como locas, ni mucho menos se movían de sus casas y dejaban a sus familias. Por fin aprobó tras dos años de enormes esfuerzos. Tenía 22 años. La destinaron al INEM de Elche en donde, sola y sin conocer a nadie, buscó un piso compartido porque su sueldo no daba para más. La destinaron a ventanilla de atención al público. Su trabajo consistía en llamar por teléfono a los parados para ofrecerles las ofertas de empleo que iban saliendo. La mayoría de los parados manifestaban que no querían el trabajo porque “era una mierd... de sueldo y que para esa mierd... no se movían”. Entonces abundaba el trabajo y se ganaba mucho dinero. Nuestra funcionaría, les miraba. Veía personas sin preparación y mal acostumbrados a elegir buenos sueldos en todo tipo de trabajo. La cigarra vivía espléndidamente y al día.

Ella, con la candidez de una recién llegada, les comentaba para animarles:

- Hombre, ese no es mal sueldo. Yo gano bastante menos, pero no me quejo y estoy contenta.

Los parados contestaban sin cortarse ni un pelo:

- Los funcionarios es que sois unos “pringaos”. Ese sueldo es una mierd...

Y se iban. Nuestra funcionaria se quedaba con una sensación amarga de poca autoestima y lo pasó mal. Jamás se acostumbró a esas groserías y jamás les volvió a aconsejar.

Hoy en día han pasado los funcionarios de "pringaos" a "privilegiaos". Ahora se envidia a aquellos pringaos. Nadie se acuerda de que han pasado 30 años viviendo penurias. Las ambiciosas y divertidas cigarras se quejan de las ahorradoras y aburridas hormigas y pretenden asaltar sus organizadas despensas. Las masas gritan y aplauden cualquier medida en contra de los funcionarios. ¡Hay que bajarles el sueldo, que son unos privilegiados! ¡Que les quiten las pagas extras! ¡Que los despidan!

La gente cree que los funcionarios tienen la culpa de todos los males de España, así como del despilfarro y del fraude de los políticos o del desfalco de las Cajas de Ahorros. Ello es debido al interés de la casta política en desinformar al pueblo. Los políticos se encargan de crear una cortina de humo y desviar sus responsabilidades. Esto no es nuevo. Los historiadores romanos Tácito y Suetonio nos cuentan que Nerón creó su propia cortina de humo. Se le acusó de incendiar Roma para obtener espacio para sus palacios, y Nerón para desviar la furia del populacho romano acusó a los cristianos. Cuando Nerón condenaba a los cristianos a ser devorados por los leones en el circo, el populacho, ansioso de sangre, rugía de entusiasmo y placer. Hoy en día se repite la historia. Los políticos, para exculparse, condenan al “Circo” a los funcionarios y se les atraca y roba su sueldo. Entonces ruge de nuevo el populacho y aplaude la sangre. ¡Si, Si, que se jodan los privilegiados funcionarios!

Ante Salomón se presentaron dos de sus súbditos. Se intentaba dirimir sus muchos pleitos. Salomón le preguntó a uno de ellos: "Pídeme lo que quieras y te lo concederé, pero ten en cuenta que a tu enemigo le oncederé el doble de lo que pidas". El súbdito se quedó pensando durante mucho tiempo y por fin contestó: "Gran Salomón, arráncame un ojo".

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