Isabel Morillo
Jefa de Andalucía de El Correo de Andalucía
Marejada en el PSOE andaluz a orillas del Mediterráneo almeriense. Ese congreso de El Toyo tranquilo que prometían algunos se ha convertido en un cónclave de sobresaltos, ajustes de cuentas y verdades a la cara. Por si no fuera poca zozobra un Gobierno de minoría en coalición con IU, una crisis económica descomunal y un descrédito de la política sin precedentes, los socialistas han ensanchado sus grietas en el barco. “Si me pinchan sangro, si me empujan me caigo pero decídmelo de frente”. Esa frase de José Antonio Griñán la noche del viernes poniendo el broche al debate interno vivido en el PSOE-A fue crucial. Él lo sabía. Nada más reencontrarse con su esposa, Mariate, se la soltó a modo de resumen de la jornada y respiró hondo.
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Quienes decían que el éxito de este congreso dependería de lo que el dirigente andaluz fuera a meter el dedo en el ojo a los críticos se equivocó poco. Griñán subió al atril de los socialistas andaluces la noche del viernes, pasadas ya las nueve, y después de más de tres horas de debate interno. Había oído críticas por las tres derrotas electorales consecutivas, la corrupción en la Junta y sobre todo lamentos de quienes creen que desde San Vicente se ha maniobrado a espaldas de los secretarios provinciales, con una voz autoritaria y restando protagonismo a los líderes de las provincias al decidir, por ejemplo, sobre la reforma de la estructura territorial de la Junta o la designación de determinados puestos institucionales. Ay las instituciones, los despachos y la política de salón, lamentan algunos. Pero el PSOE andaluz lleva años funcionando así. Se había convertido en un reino de Taifas eficaz, hasta ahora, donde los barones provinciales hacían y deshacían y disponían de los sillones de la Junta. Y eso, cuentan gente muy cercana a Griñán, va a acabarse. Los críticos ríen ante la afirmación porque precisamente reprochan que los jóvenes a los que Griñán entregó el partido, léase Susana Díaz, lo están haciendo ahora con más descaro y desahogo que nunca.
Griñán dice que estaba harto de que le criticaran a sus espaldas y les metió el dedo en el ojo a sus adversarios. Estaba cansado de leer en los periódicos las verdades del barquero de los críticos que luego no se atrevían a decirle a la cara. De que hasta en la Confederación de Empresarios de Andalucía hubieran ido a malmeter contra él, aseguran. Al presidente andaluz le enerva la hipocresía, según él mismo se dedica a decir cada vez que puede. Si a él algo le han reprochado en esta etapa desde que encarna el máximo poder del socialismo andaluz es que siempre diga lo que piensa. Él es así. Quizás sin calibrar suficientemente las consecuencias de las palabras que dedicó al plenario decidió retar a los críticos para que se desnudaran. Habló, dicen, con las tripas, con el corazón. ¿Con la cabeza? Fue durísimo. Amargo. Pidió que se lo dijeran a la cara y los críticos no se cortaron un pelo. Cogieron el voto en blanco y dejaron sentado que el 30% del partido no respalda a Griñán. Son mejores estrategas, más duchos en congresos. Lo sorprendieron. Se acabó aquello de que estamos contigo y el problema es la secretaria de Organización, Susana Díaz, que por cierto paseaba una muy mala cara por los pasillos del congreso. Ayer se evidenció que es personal contra la figura política del secretario general. Contra el griñanismo. Él mismo lo subrayó así: “No me quieren a mí de secretario general”.
El liderazgo del secretario general del PSOE-A se ha revelado en toda su dimensión. El también presidente de los socialistas cuenta con un respaldo interno del 70%. Un 30% le han dicho que no lo quieren como líder. Griñán ha hablado claro. Se confesó el viernes ante los suyos y lo hizo con una dosis de pena, de dolor personal y en cierta manera también de provocación y de desafío. No se esperaba que los críticos pasaran de las palabras a los hechos. A la entrada ayer al congreso regional proclamaba ufano que él es de ciencias y no de letras. “Mejor las matemáticas que la literatura”, decía a los periodistas en relación a que el día anterior hubo mucho ruido de los críticos pero un voto de apoyo a la gestión de su ejecutiva del 95,5%. Pues si quería números, ahí están. Es la guerra. No habrá integración.
Griñán se siente con manos libres y no sentará a su mesa a quienes no le quieren. Para algunos de los militantes socialistas Griñán es como el Marco Antonio de la película César, ese que encarnó con maestría Marlon Brando y que pronunció algunos de los monólogos más sublimes de Shakespeare. Dijo lo que quería. Agitó a los socialistas. Para otros Griñán no es más que el Rey Desnudo que inspiró el Conde de Lucanor. Ese dirigente que solo oye lo que quiere oír hasta el punto de caminar sin ropas por su reino. Zozobra la nave socialista.
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