Juan Torrijos
Periodista
José Antonio Griñán ha salido del congreso de su partido con una contestación interna que ronda el treinta por ciento. Podemos decir con rotundidad que los andaluces tenemos un presidente contestado. Muy contestado. Contestado por una ciudadanía que no lo hizo ganador de las elecciones de marzo pasado y por un partido, el suyo, que le ha sumado una importante cantidad de votos en contra de su persona. Fundamentalmente en contra de su persona. Se comprende su enfado, se entiende su enroque en la ejecutiva regional y se prevé una lucha interna dentro del PSOE andaluz que no le sentará nada bien a Andalucía y a los ciudadanos de nuestra comunidad.
Los críticos del Psoe han sabido hacerle la pascua a Griñán, tras conseguir el congreso el noventa y cinco por ciento de votos a la gestión de la ejecutiva saliente, y dejarle en paños menores en la votación a su persona con ese treinta por cien de votos en blanco. Se nos diga lo que ellos quieran, el congreso del PSOE en Almería no ha sido el de la unidad. La cara del presidente andaluz aparecida tras su votación era todo un poema: el de una división que no ha sido cerrada, el de unos críticos que van a seguir en la revuelta política.
La información generada por un congreso político es complicado analizarla en las primeras horas. Hay que dejar que se posen los sentimientos, que se vuelva al trabajo diario y que los delegados empiecen a contar lo que de verdad se ha vivido en El Toyo almeriense. La primera sensación que tenemos es que nos deja a un presidente andaluz muy tocado, muy contestado, y eso no es nada bueno para un gobierno en crisis.
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