Juan Gabriel García
La Voz de Almería
Nunca lo podremos afirmar con certeza pero, tal vez, la historia del cine en Almería no sería como la conocemos hoy día sin la irrupción en nuestros áridos paisajes del cineasta Joaquín Luis Romero Marchent (Madrid, 1921 – Madrid, 16 de agosto de 2012). El cine español ha perdido parte de su historia y de su memoria con la muerte de este director de cine. Cuando apenas hemos digerido la marcha de un coloso como Sancho Gracia, recibimos un nuevo mazazo con esta noticia. En una semana dos de los principales creadores de ‘Curro Jiménez’, una de las mejores series de televisión jamás realizadas en España, nos han dejado para siempre. Un golpe demasiado duro para nuestra cinematografía y para los que hemos crecido soñando con convertirnos en bandoleros para, a golpe de trabuco, robar a los ricos y repartir el botín entre los pobres.
Si Sancho Gracia era la imagen y la fuerza vitalista de Curro Jiménez, Joaquín, o mejor, Tato, como lo llamaban sus amigos, era su alma. Pero Tato no sólo representa una parte clave del audiovisual español por ‘Curro Jiménez’, sino también por las más de veinte películas que dirigió. Dentro de esa amplia filmografía que se desarrolla en cinco decenios, de los años cincuenta a los noventa, sobresalen con fuerza los westerns que cristalizó en Almería.
Con una dilatada y variada trayectoria con películas de suspense (‘Juzgado permanente’, 1953), comedias (‘El hombre del paraguas blanco’, 1958), acción con una particular adaptación de ‘El Coyote’ (1955) coproducida con México, y el éxito de cintas que se podrían enmarcar en el western como ‘La venganza del zorro’ (1962), ‘Cabalgando hacia la muerte’ (1962) y ‘Tres hombres buenos’ (1963), Joaquín Romero Marchent aterriza en Almería para rodar de forma prácticamente consecutiva los dos westerns que le consagrarían como director: ‘El sabor de la venganza’ (1963) y ‘Antes llega la muerte’ (1964).
‘Gazpacho western’
Tato llegó a Almería siguiendo la recomendación de Alfredo Fraile, director de fotografía que conoció la provincia durante el rodaje de ‘Tierra brutal’ (1962) y que con posterioridad se convirtió en el primer propietario del poblado del Oeste que llevaría su nombre, El Fraile, conocido después como Mini-Holywood y Parque Oasys en la actualidad. Hay que insistir en que estos dos westerns se ruedan antes que los de Sergio Leone por lo que el carácter pionero de estas obras resultó fundamental para el consecutivo éxito del director italiano y del género que pronto se denominó como spaghetti western. Como el propio Romero Marchent decía con cierta socarronería: “Por orden histórico se le debería haber llamado gazpacho western”.
Tato llegó a Almería siguiendo la recomendación de Alfredo Fraile, director de fotografía que conoció la provincia durante el rodaje de ‘Tierra brutal’ (1962) y que con posterioridad se convirtió en el primer propietario del poblado del Oeste que llevaría su nombre, El Fraile, conocido después como Mini-Holywood y Parque Oasys en la actualidad. Hay que insistir en que estos dos westerns se ruedan antes que los de Sergio Leone por lo que el carácter pionero de estas obras resultó fundamental para el consecutivo éxito del director italiano y del género que pronto se denominó como spaghetti western. Como el propio Romero Marchent decía con cierta socarronería: “Por orden histórico se le debería haber llamado gazpacho western”.
‘El sabor de la venganza’ y ‘Antes llega la muerte’ constituyen sólidas películas más en la línea clásica marcada por genios como John Ford, que de la variante transgresora que impulsaría Leone. Dos obras que desde el punto de vista narrativo resisten cualquier comparación con títulos de su época. Además de la calidad técnica, de encumbrar los paisajes almerienses para el western y de allanar el camino a los siguientes autores que trataron el género, Romero Marchent fue determinante para el triunfo de la fórmula de la coproducción, que tanto benefició a los rodajes en nuestra provincia. Él inició una relación comercial con el productor Alberto Grimaldi que más tarde engendraría algunas de las obras maestras del western europeo como ‘El bueno, el feo y el malo’.
Joaquín Romero Marchent volvió más veces a Almería, al igual que su hermano Rafael que vino como su ayudante y después regresó como director de sus propias películas. ‘El Habichuela’, el taxista Diego Fernández o el director de producción José Salcedo, entre otros, fueron algunas de sus personas de confianza en la tierra del Indalo.
El Festival ‘Almería en corto’ homenajeó en 1998 la carrera de Romero Marchent con el premio ‘Almería, tierra de cine’ y, al año siguiente, también en el Festival, se presentó un libro sobre su figura escrito por Carlos Aguilar bajo el título ‘Joaquín Romero Marchent. La firmeza del profesional’.
Talento y tenacidad
Tuve la enorme suerte de conocer a Joaquín Romero Marchent cuando le entrevisté para recordar al entrañable figurante almeriense ‘El Habichuela’. Tras ese encuentro volvimos a hablar muchas veces y parte de esas conversaciones apasionadas, para mí lecciones magistrales de cine y de vida, las incluí en mi libo ‘Los españoles del western’ con el que quise rendir un homenaje a las personas que, como él, me enseñaron a amar el cine.
Tuve la enorme suerte de conocer a Joaquín Romero Marchent cuando le entrevisté para recordar al entrañable figurante almeriense ‘El Habichuela’. Tras ese encuentro volvimos a hablar muchas veces y parte de esas conversaciones apasionadas, para mí lecciones magistrales de cine y de vida, las incluí en mi libo ‘Los españoles del western’ con el que quise rendir un homenaje a las personas que, como él, me enseñaron a amar el cine.
Siempre me llamó la atención su infinita tenacidad, con 86 años, cuando el físico ya no le acompañaba, su mente no paraba de idear proyectos, tenía varios guiones que soñaba con llevar a la gran pantalla. Se cumple la lógica del ciclo de la vida y cada vez son más los nombres ilustres que nos dejan, esos que con su silencioso pero incansable trabajo hicieron posible la Almería del cine. El de Joaquín Luis Romero Marchent debe aparecer con mayúsculas en esta aventura. Suena a tópico pero nunca me canso de escribirlo, Tato, al igual que los grandes hombres de cine, vive en cada una de sus películas. Ha conquistado la eternidad. Ahora, mientras Sancho Gracia se monta de nuevo en el caballo, Tato ajusta el plano para gritar ¡acción!, con la ilusión del primer rodaje. Nos hemos quedado huérfanos, ha muerto el padre del western almeriense. Gracias Tato. Descanse en paz.
Gran serie Curro Jiménez. Grandes Sancho Gracia y Romero Marchent.
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