El periodismo ha muerto

Joaquín Abad
Exdirector de La Crónica

 No puedo estar mas de acuerdo con Rosa María Calaf. En los cursos de verano de Laredo ha dicho las verdades que sobre el periodismo pensamos un montón de los que antes lo ejercitábamos a conciencia. Ahora los editores solo permiten lo que Rosa María denomina "periodismo de hacer caja". Por eso prevalece el mal gusto en las televisiones privadas, porque la bazofia vende más que el buen gusto.

Rosa María Calaf
Son pocas, diría que poquísimas, las empresas editoras que en ese siglo dedican periodistas a investigar. Sólo les interesa la información fácil, la que llega por la nota de prensa y las ruedas de prensa sin preguntas. Así no se comprometen, claro. Y así agradan al político que, a cambio, como hace la Generalidad, como hace la Junta de Andalucía, como hace el gobierno gallego, le llenan de millones de euros en publicidad institucional, cuando no en subvencionar la reconversión en las rotativas. Los editores, que antes, en el siglo pasado, lanzaban a sus profesionales en busca de noticias verdaderas, crueles y desnudaban la corrupción, ahora miran para otro lado. El resultado es que, con la complicidad de toda una generación de profesionales dóciles, periodistas que buscan la palmadita, el periodismo auténtico ha muerto. 

No está en la UVI, como dice Rosa María. No. El periodismo no está enfermo. En España, gracias a la política que todo lo corrompe, gracias a unos editores codiciosos, el periodismo ha muerto. Ahora sólo quieren contratar a becarios, que por un salario de seiscientos euros le llenan las páginas sin que el político de turno le tenga que llamar quejándose de que le incomodan las informaciones. Sin que el mafioso, el traficante de vidas, se moleste porque algunos periodistas están siguiendo la pista del blanqueo de dinero.

Es una vergüenza, pero basta ver como la prensa, en general, ha tratado el escándalo de los eres en Andalucía para entender que esta sociedad no dispone del contrapeso de los medios, de los periódicos. De los periodistas, claro.

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