Isabel Morillo
Jefa de Andalucía de El Correo de Andalucía
Unas llamativas gafas de pasta blanca disfrazaban un rostro ojeroso tras cinco largos meses de cárcel. Ni le tembló la voz ni se mostró nervioso. El exdirector general de Trabajo, Francisco Javier Guerrero, principal imputado en el caso de los ERE, salió ayer de prisión para comparecer en la comisión del Parlamento andaluz y empleó tres minutos para su defensa: "Muchos no imputados pueden resolver sus dudas. Suerte con ellos", espetó a los diputados.
Francisco Javier Guerrero, con su abogado |
Como es ya la tónica general, el acusado de malversación, cohecho y malversación por estar al frente del reparto de un fondo de 647 millones de euros de ayudas públicas durante casi una década y supuestamente beneficiar a familiares, amigos y compañeros socialistas, se negó a responder a las preguntas por consejo de su abogado, que asistió a su comparecencia. El ex alto cargo es el quinto de los comparecientes en una comisión en la que todos han optado por el silencio para no perjudicarse en la vía penal, según alegan. Sin embargo, Guerrero no pudo evitar hacer gestos con la cabeza o sonreírse. Incluso pidió disculpas al final por gesticular más de la cuenta y solicitó indulgencia bromeando con que no era normal verse fuera de la cárcel. La jueza le ha impuesto una fianza de 250.000 euros que no ha podido reunir. "No tengo ningún pacto de silencio con nadie", dijo al despedirse, recordando con ironía que a él ahora no le habla nadie del PSOE. "Yo he sido siempre un gestor. No he sido hombre de aparato", dijo para defender sus "muchas horas de trabajo".
No contó nada nuevo. Él mismo recordó que las preguntas que ayer tarde en la Cámara andaluza alternaron PP e IU fueron respondidas ante la jueza instructora del caso, Mercedes Alaya, en un largo interrogatorio que le condujo directamente a la cárcel. El PSOE rompió su estrategia de entregar por escrito las preguntas. Dada la importancia del compareciente, explicó, lanzó tres cuestiones aparentemente banales. La socialista Antonia Moro excusó su ausencia la tarde de ayer.
En un alegato inicial, breve pero contundente, Guerrero disparó de nuevo hacia sus superiores, en términos muy parecidos a los que utilizó el pasado marzo, cuando la justicia lo llamó a declarar. Si ante la jueza dijo que iba a "tirar de la manta" y defendió que "nadie en el Gobierno andaluz podía decir que había actuado a sus espaldas", ayer en el Parlamento insistió en que durante los años que fue director general de Trabajo se limitó a seguir las instrucciones de sus jefes.
El PP se mostró insistente en preguntar por su relación con el expresidente Manuel Chaves, los exconsejeros Gaspar Zarrías, José Antonio Viera, Antonio Fernández y el presidente José Antonio Griñán. Cuando la diputada popular Teresa Ruiz-Sillero le preguntó si había recibido instrucciones de Chaves en el reparto de las ayudas o si se había reunido con él, Guerrero balbuceó algo tras asentir con la cabeza. No se oyó con claridad lo que dijo y el presidente de la comisión, Ignacio Garcia (IU), le interrumpió para recordarle que debía contestar verbalmente y no con gestos. El imputado volvió al silencio no sin antes precisar: "No me he reunido nunca con el presidente salvo en lo que son las instituciones de la Junta de Andalucía y nada más, cuando él ha querido".
El PP reprochó duramente después al presidente de la comisión su interrupción e incluso le acusó de echarle un capote al expresidente Chaves. Lo cierto es que Ignacio García se mantuvo ayer en un papel firme y si por la tarde cosechó los reproches del PP por la mañana recibió los del PSOE, que se quejó en varias ocasiones de que permitiera que se manchara el nombre del partido y la Junta con algunas de las preguntas.
IU puso más énfasis en preguntar a Guerrero por el destino del dinero público y por sus supuestas adicciones al alcohol y la cocaína, sufragadas -según su exchófer, también en prisión- por los fondos de empleo. En ese punto, el exdirector general de Trabajo rompió enfadado su mudez . "Soy una persona jovial, ni he sido un putero ni me he dedicado a la drogodependencia. Sé cuánto cuesta un paquete de Marlboro y un gin-tonic y ya está. En la vida me ha dado por comprarme un porro", sostuvo.
Eran las cuatro de la tarde cuando un furgón policial condujo al exresponsable de Empleo al interior del Hospital de las Cinco Llagas y casi las seis cuando salió. Se paseó en la Cámara escoltado por cuatro policías y sin esposar. La expectación era total. Minutos después se dirigía a sus señorías. En su alegato, Guerrero defendió que el uso que hizo del fondo de ayudas publicas al empleo, que investiga la justicia por un presunto fraude de mas de 1.000 millones de euros, era directamente conocido por sus superiores a lo largo de la década que ocupo su cargo.
Pidió, en este orden, que las preguntas se le formularan a la gobiernos de la Junta, a los servicios jurídicos, a la Intervención General, a los responsables de los sindicatos y de las organizaciones empresariales y a los representantes de los partidos. "Todos y cada uno de ellos han conocido de mi trabajo. Todos se han interesado por ayudas sociolaborales", dijo. "Nadie absolutamente nadie en 10 años me ha manifestado la conveniencia de realizar mis funciones de otra manera distinta a la que en su momento se me instruyó. Tampoco cuando me fui cambió el procedimiento. Muchos no imputados pueden resolver sus dudas. Suerte", concluyó.
Ayer dejó un centenar de cuestiones en blanco. ¿Por qué ha sido alto cargo de la Junta durante ocho años y ahora ha pasado a ser uno de los cuatro golfos que sostienen esta trama", le preguntó IU. Sobre su relación con el PSOE y las posibles llamadas recibidas desde el partido, sobre su amistad con el intermediario Juan Lanzas o el dinero supuestamente cobrado desde las aseguradoras, Guerrero guardó silencio. Tampoco contestó por qué las ayudas se concentraron de forma ostentosa en su pueblo, El Pedroso, en la Sierra Norte de Sevilla,donde fue alcalde, beneficiando a amigos y familiares. "Ya hablaré", dijo. Esa fue su despedida.
"No es falta de memoria"
Al terminar su comparecencia, Francisco Javier Guerrero preguntó a su abogado si podía saludar a los periodistas. A algunos los conocía por la cobertura del caso en los tribunales. A otros, no los había visto en su vida. Le dio igual. Estrechó la mano de la mayoría mientras miraba directamente a los ojos.
Guerrero es el gran personaje de la trama de los ERE. Fue el director general de Trabajo durante los años investigados por el supuesto uso fraudulento de los fondos de empleo y el alto cargo que supuestamente trajinó las ayudas. También fue quién destapó el caso, denunció haber tenido a su disposición un "fondo de reptiles" y quien más argumentos ha dado a la oposición al apuntar que él era solo un escalón en la pirámide. "No es falta de memoria", replicó ayer cuando el PP le pedía que hiciera un esfuerzo por recordar.
Su propio carácter y su intensa vida, elevan el morbo. Guerrero habla de su cargo con la misma seriedad que defiende su afición al gin-tonic o que no se gastó el dinero en cocaína. "¿Despachaba usted las ayudas en el bar?". Él sonrió. La cárcel, explicó a los periodistas, es dura pero no más que el internado en el que estuvo de los 10 a los 15 años. "Gracias por aguantarme", lisonjeó a la prensa.
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