Emilio Ruiz
Mañana, 15 de agosto, caduca la ayuda de 400 euros que cada mes reciben los parados de larga duración que tienen agotada su cobertura de desempleo. El Gobierno se muestra reacio a establecer una nueva prórroga. Pero no tendrá más remedio que hacerlo. No tiene mejor opción. Será un sí o sí. Y es por esta razón, porque al final será un sí o sí, por lo que no se entiende tanta torpeza gubernamental.
La opinión pública está desconcertada por la actitud de Rajoy. No entiende cómo se regatea una ayuda de subsistencia a quienes no tienen que echarse a la boca y, en cambio, se ofrecen decenas de miles de millones de euros para salvar la cara de algunos gestores bancarios. El pueblo, al final, simplifica conclusiones. Y en este caso, ésa es la que sacan: que hay dinero para lo que no se debe y no hay para lo que se debe. Tampoco se entiende que el Gobierno esto no lo entienda.
Dentro del PP, los nervios han empezado a florecer. Pero la preocupación es, como siempre, por intereses puramente electorales, que no por inquietudes sociales. Eso es lo lamentable. Se transmite la sensación de que el poder del voto se instaura por encima de cualquier otra consideración. Basagoiti y Feijóo, con elecciones a la vista, han mandado a Rajoy recados de preocupación.
El asunto se ha llevado tan mal que, sea cual sea la decisión final, el Gobierno habrá dado un nuevo hachazo a su credibilidad. Si se produce la prórroga, que con la fórmula actual o con otra que la reemplace será casi con toda seguridad la decisión finalmente adoptada, la reacción socialista está cantada: habrá sido gracias a su presión. Pero es que si la prórroga no se produce, algo improbable, ya digo, el panorama que se le presenta al PP es aún peor: además del coste político que conlleva dejar en el desamparo a muchos ciudadanos que no tienen mayor consuelo que el que el Estado les pueda dar, dotará al PSOE de las armas precisas para reactivar uno de sus viejas diatribas, cual es la “histórica insensibilidad del PP hacia las capas más desfavorecidas de la sociedad”. Sinceramente, no entiendo a qué juega Rajoy.
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