David Uclés
Director del Instituto de Estudios de Fundación Cajamar
En la Fundación Cajamar acabamos de publicar el último número de nuestro trimestral Coyuntura Agroalimentaria. En esta ocasión, las cuestiones que más me han llamado la atención son, por un lado, la prolongación de la situación de crisis, ante la cual parece que los países europeos siguen actuando con una parsimonia que, lejos de transmitir seguridad comienza a parecer incapacidad; y en segundo lugar, la vuelta a los esquemas de mercado de hace dos trimestres.
En un entorno tan desfavorable, la economía española sigue capeando su propio temporal, en medio de una tormenta perfecta con la economía real y la financiera prácticamente colapsadas. Ante la imposibilidad de contar con la política monetaria y sin prestamista de última instancia, las únicas salidas posibles son la devaluación interna (a través de la reducción de los costes, principalmente de los salariales) y la opción de las exportaciones. Pero el mundo también se está parando… Y la subida del IVA está llegando…
Mientras Gobiernos y países se pasean por el borde de una navaja, el sector agroalimentario se encuentra que vuelve a ser presionado. Cuando las cotizaciones de los productos primarios parecía que se recuperaban un poco y los costes comenzaban a contenerse, la realidad ha querido que en este último trimestre la situación cambie y se vuelva a la tendencia anterior. Esto es: crecimiento de los costes y contención de los precios percibidos. A esta situación se le ha venido a sumar el impacto de la climatología adversa del invierno y primavera y el comienzo de un nuevo tiempo de sequía. Incluso las exportaciones han mostrado un cierto cansancio (fruto del empeoramiento general en la Eurozona).
Ante la cascada de datos a veces uno piensa que la disyuntiva es cortarse las venas o dejárselas largas. Sin embargo, y a pesar de todo, siempre hay motivos para la esperanza. Aunque el sacrificio en términos sociales es innegable, la economía española en su conjunto ha mejorado de forma sustancial su productividad y, por tanto, su competitividad. La mejor forma de verlo es comprobar la evolución de nuestro saldo comercial con la Zona Euro: a pesar de todas las cosas negativas que suceden, hemos sido capaces de dar la vuelta a la tortilla en nuestro mismo entorno monetario (ver Gráfico). Es cuestión de tiempo, pero saldremos de ésta… Y con toda probabilidad, nuestro sector agroalimentario será una pieza importante de la solución.
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