Ubaldo Gómiz, arquitecto del hotel El Algarrobico: "Me siento orgulloso de la obra"

Marta Soler
Periodista

Los obreros soltaron las herramientas con rapidez, pensando en un pronto regreso. Era la mañana del 23 de febrero de 2006 y varios agentes de la Policía Local de Carboneras (Almería) se habían presentado en el hotel que la empresa Azata del Sol construía desde 2003 en la playa de El Algarrobico, en el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar, para ordenar la paralización de los trabajos por resolución judicial. Seis años después, nada se ha vuelto a tocar en el edificio fantasmagórico. Desde sus pasillos sobrecogedores y sin ventanas se escucha el mar. Un ambicioso proyecto turístico en un enclave privilegiado ha hecho agua por la lucha ecologista.

Ubaldo Gómiz, arquitecto de El Algarrobico, ante el hotel.
Fodo: Francisco Bonilla / El País
El Algarrobico contaba con todas las licencias pese a que para levantar el inmueble iba a ser necesario hacer desaparecer un monte en pleno Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar y a tan solo 28 metros de la orilla del mar. Durante más de dos años se trabajó hasta llegar al 94% de la estructura del hotel de 20 niveles y más de 400 habitaciones sin que nadie se inmutase. La paralización “nos provocó estupor, porque nosotros hemos tenido clara conciencia en todo momento de estar actuando de acuerdo con el derecho”, afirma Ubaldo Gómiz, arquitecto del hotel. “Nos dieron licencia de obra y el proyecto obtuvo luz verde por parte del Ministerio de Medio Ambiente, la Dirección General de Costas y la Consejería de Medio Ambiente. Debe de ser el expediente administrativo más limpio de España porque lo han mirado con lupa por indicación de la exministra”, ironiza. Se refiere a Cristina Narbona.

Una vez que la denuncia ecologista prosperó y un juez de Almería abrió diligencias -que culminaron en la paralización cautelar de la obra a la espera de revisar su licencia municipal-, Narbona aseguró que el hotel sería una prioridad para el Gobierno. “Puede que tengan que pasar seis años más o que no se resuelva nunca”, se resigna el arquitecto, quien acata, aunque puntualiza, las resoluciones judiciales adoptadas. “Esta es materia muy específica y los magistrados se deben formar en ello. Normalmente, se apoyan en los testimonios de los peritos y, muchas veces, les marean. Imagino que se han desbordado con tantos datos. Es muy difícil que alguien llegue a comprender la complejidad de este expediente”, dice.

Se han emitido decenas de resoluciones, todas tendentes al derribo del hotel. Las más importantes, en el último año. El Tribunal Supremo resolvió que invade en unos 80 metros la servidumbre de paso en el límite del dominio público establecido a 100 metros desde el mar hacia la costa. Es decir, al menos parte de su estructura se ha levantado sobre dominio público y sería ilegal. Por su parte, el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía obliga al Gobierno regional a devolver al suelo la calificación de “no urbanizable”, nivel de protección que tenía antes de 1994. Resta ver si este tribunal revoca la licencia de obra que permitió levantar un hotel que ha sido calificado de “aberración”.

“No me afecta. Yo me siento muy orgulloso de lo que he diseñado ahí. He hecho miles de proyectos a lo largo de más de 30 años de carrera. El hotel es muy bueno y ha sido muy difícil diseñarlo donde está”, defiende con orgullo Gómiz. Solo le ve un pero. “El Ayuntamiento se empeñó en que fuese blanco cuando yo lo diseñé en tonos ocre para que estuviera en armonía con el entorno”. Pese a todo lo vivido y lo que está por llegar, Gómiz repetiría la experiencia. “Claro que sí. A mí no me remuerde la conciencia. Me siento muy orgulloso de la obra. Como arquitecto, creo que es muy buena y he recibido felicitaciones de los colegas”. Más grave le parece la “inseguridad jurídica” que ha generado este expediente, que, además, “ha ahuyentado la inversión”.
(El País)

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