Antonio Verdegay Flores
Periodista
El otro día me subí al tren para desplazarme de Madrid a Almería. Sí, ese medio de comunicación lento, cuyo trayecto supera las seis horas y donde ves por la ventanilla adelantarte a los indios y vaqueros. Quizás para aplicarme el dicho de que hay que probar las cosas para criticarlas. Pues después de comer, comprobar que fallaba el sonido de la televisión, jugar al ajedrez en el McBook Air, leer un libro, la prensa y revisar las deficiencias del compartimento, miré el reloj y quedaban aún cuatro horas de viaje… En esas estaba cuando pensé qué iba a hacer cuando Ryanair cumpliera su aviso y dejara de operar entre Almería y Madrid a partir del 1 de noviembre. Me sorprende que la previsible desaparición de esta línea de bajo coste no haya hecho saltar las alarmas de los colectivos empresariales, administraciones y la sociedad, para evitar unas decisiones que traerán consecuencias negativas para el ciudadano, las empresas y el turismo. También me llama la atención que no sea tema de interés en los medios de comunicación social. Sólo una referencia en un artículo de mi buen amigo el periodista José María Granados, que en su columna semanal del diario Ideal, titulaba “Lo que está realmente lejos es Madrid”. No se puede definir mejor la situación.
Aeropuerto de Almería |
Porque ante la perspectiva muy lejana del AVE u otro tren que reduzca considerablemente el tiempo del trayecto entre Almería y Madrid, esta provincia necesita, sí o sí, una línea aérea que nos conecte a un coste competitivo con la capital. Primero, para que las empresas puedan seguir avanzando, asistiendo a ferias, reuniones, visitas comerciales, etc. Segundo, para facilitar la llegada de turistas, especialmente las visitas de corta estancia, las más numerosas. Tercero, para que la sociedad pueda acceder, por ocio y cultura, a Madrid para ver museos, teatro, fútbol, compras… lo que quiera.
Si las administraciones no están satisfechas con la presión que ejerce Ryanair, con una pésima reputación ganada a pulso y basada en la crispación, siempre se puede abrir negociaciones con otras compañías low-cost. La verdad, lo recomendaría, porque un bajo precio no significa que tengan que despreciar al cliente. Precisamente en gestiones como ésta es donde se visualiza a los verdaderos líderes. Lo que no nos podemos permitir los almerienses es volver a aislarlos y sufrir el monopolio y los precios desproporcionados de Iberia, véase Air Nostrum.
Estamos a tiempo de evitar una incomunicación que agrave aún más la crisis. Depende de nosotros, los almerienses, como colectivo. Yo, aquí, ya elevo la voz. Espero los movimientos de los demás.
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