Emilio Ruiz
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Lo reconozco: me produce vagancia subir a Mojácar pueblo. Y es una pena, porque Mojácar es uno de los rincones más pintorescos de todo el Mediterráneo. En la provincia de Almería, sin duda el más bonito. Pero tiene un problema: la falta de aparcamientos. Un día de este verano, aunque con la lengua fuera después de dejar el coche en el antiguo campo de fútbol, conseguí llegar a Plaza Nueva. Un descuido quiso que, al echarme mano al bolsillo para sacar unas monedas con las que pagar el café que acababa de tomarme, me diera cuenta de que iba sin blanca. Intenté acudir al cajero de la oficina de Unicaja de toda la vida. No estaban ni cajero ni oficina. “Vaya, se ha cambiado de sitio”, pensé. Negativo. Habían desaparecido. Increíble, me dije: en Mojácar no hay ni una oficina bancaria ni un cajero automático.
Mojácar ya tiene cajero |
Esta anécdota motivó mi columna del domingo siguiente en “La Voz de Almería”. Tuvo una enorme repercusión. Manolo León, el redactor-jefe de este periódico, sensible siempre con los problemas del Levante, dedicó al asunto un amplio reportaje. La Ser se hizo eco en todos sus informativos. Europa Press elevó la noticia a categoría nacional. Y Canal Sur desplazó a una de sus unidades móviles para hacer un “Andalucía directo”. Ante tal avalancha, a los pocos días, Mojácar recuperaba su cajero.
Ahora me entero, al leer un artículo del concejal Manuel Zamora, que la alcaldesa de Mojácar, Ros Mari Cano, se enfadó mucho por este asunto. Le comentó, dice el concejal, que mi artículo le había producido al pueblo un enorme daño. Habré sido imbécil… He vivido confundido todo este tiempo: creé un problema cuando, iluso de mí, estaba convencido de que había ayudado a resolverlo. Sepa la alcaldesa que si, por ello, hay que pedirle perdón, se lo pido. Que a mí ya no se me caen los anillos.
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