Juan D. Gómez
Estudiante de Trabajo Social
Si tuviera que definir de alguna forma la marcha protagonizada por el SAT ayer jueves en Almería lo haría de dos formas: la marcha de la esperanza, por haberla visto de dentro y haber escuchado a las personas que se han dirigido a hablar ante las más de 1.000 almas concentradas en la plaza de la velas, y la marcha del miedo, ya que es lo que debe haber sentido la gente que haya andado a menos de 6 kilómetros a la redonda de esta acción reivindicativa durante todo su trayecto.
Marcha del SAT |
Quien haya paseado por las calles del centro de Almería y haya notado la absurdamente alarmante presencia policial que se ha vivido en la capital desde las 18:00 horas debe saber que no ha sido un hecho relegado a la capital. Si por algo se ha caracterizado la marcha del Sindicato Andaluz de Trabajadores y un sin fín de asociaciones, colectivos y personas por las que ha sido arropada es por la presencia policial. Para algunos, supongo, habrá sido un alivio saber que criminales de la talla de Sánchez Gordillo o Diego Cañamero, a cuyo lado sanguinarios terroristas o ladrones de guante blanco son auténticos ángeles, venían bien vigilados por los efectivos que nuestra querida Delegada del Gobierno, la abderitana Carmen Crespo, ha brindado a las fuerzas de seguridad de nuestra provincia. Lo que probablemente no hayan pensado esas personas es que esos cuatro efectivos que controlaban el paso por las galerías de Oliveros, esos tres coches de agentes que protegían las puertas del Mercadona de la Aveninda de la Estación, esos efectivos que se agolpaban a las puertas del Carrefour del Paseo de Almería y casi la decena de furgones que se afanaba en precintar los accesos a la subdelegación de gobierno como si del tesoro de nuestra nación se tratase han sido pagados con mis impuestos, con los de todos los que han secundado la marcha y con los suyos también. Pero claro, el cierre apresurado de bancos y comercios estaba justificado porque venía un Gordillo capaz de arengar a las masas para saquear comercios de la capital (pese a que se sabía que su presencia no iba a ser posible por problemas de salud).
Un buen amigo que regenta una tienda de electrónica en Vícar me contaba que a primeras horas de la mañana una mujer entraba apresuradamente en su negocio aconsejándole que cerrase. “¡Que vienen!”, repetía una y otra vez. El chico intentaba razonar con la señora, que esta le explicase por qué razón debía cerrar su tienda; ella no daba explicación. Lo que esta señora no sabe es que entre las reivindicaciones del SAT están las del “pequeño comercio”. No la culpen: es producto de los medios de comunicación que hambrientos de noticias veraniegas lo mismo han criminalizado protestas sociales que publicado cada media hora información sobre la vida sexual de una concejala de nosequé pueblo.
Los comentarios de la gente que venía en el autobús desde Aguadulce, desplazado por la marcha, no eran mucho más razonables. Es entonces, cuando uno ve como el pueblo llano ha perdido el respeto a quienes se rebelan contra los problemas cotidianos que atañen a la ciudadanía (“el no poder pagar la bombona de butano” decía Cañamero en su improvisado discurso), cuando se da cuenta de que los medios de comunicación no sirven para informar, sino para extender ideas sesgadas y crear prejuicios en la sociedad de cara a evitar un posible cambio de rumbo.
Yo, que he tenido la oportunidad de escuchar a todos los representantes sindicales que han hablado esta tarde (unos sindicalistas que distan mucho de los que estoy acostumbrado a ver por televisión o al cierre de huelgas generales) y luego poder reflexionar con mi propio juicio, me quedo con las palabras de una tal Lola de Córdoba, si no recuerdo mal, que aseguraba: “Estamos pidiendo un trabajo. No queremos que nadie nos dé nada, ni subvenciones ni rentas. Solo queremos un trabajo, un pedazo de tierra y vivir de nuestro trabajo, de nuestro sudor. Queremos que nos salgan callos en las manos de trabajar.” Si ese no es el sentimiento, la reivindicación de toda la ciudadanía española, de la más conservadora y de la más progresista, de la que anhela otras épocas y de la que mira al futuro, entonces no se en qué país vivo.
Un buen amigo que regenta una tienda de electrónica en Vícar me contaba que a primeras horas de la mañana una mujer entraba apresuradamente en su negocio aconsejándole que cerrase. “¡Que vienen!”, repetía una y otra vez. El chico intentaba razonar con la señora, que esta le explicase por qué razón debía cerrar su tienda; ella no daba explicación. Lo que esta señora no sabe es que entre las reivindicaciones del SAT están las del “pequeño comercio”. No la culpen: es producto de los medios de comunicación que hambrientos de noticias veraniegas lo mismo han criminalizado protestas sociales que publicado cada media hora información sobre la vida sexual de una concejala de nosequé pueblo.
Diego Cañamero recibió el apoyo de muchos militantes socialistas. Aquí le vemos con Nani López |
Yo, que he tenido la oportunidad de escuchar a todos los representantes sindicales que han hablado esta tarde (unos sindicalistas que distan mucho de los que estoy acostumbrado a ver por televisión o al cierre de huelgas generales) y luego poder reflexionar con mi propio juicio, me quedo con las palabras de una tal Lola de Córdoba, si no recuerdo mal, que aseguraba: “Estamos pidiendo un trabajo. No queremos que nadie nos dé nada, ni subvenciones ni rentas. Solo queremos un trabajo, un pedazo de tierra y vivir de nuestro trabajo, de nuestro sudor. Queremos que nos salgan callos en las manos de trabajar.” Si ese no es el sentimiento, la reivindicación de toda la ciudadanía española, de la más conservadora y de la más progresista, de la que anhela otras épocas y de la que mira al futuro, entonces no se en qué país vivo.
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