Vecinos de Almería indignados

Teleprensa
Editorial

La democracia se desploma en Almería. Inmersos en una crisis cruel, los malos políticos que nos han tocado han decidido que todos somos culpables de la situación y que sólo ellos, sin escuchar ni a diestra ni a siniestra, pueden actuar. Pero en el fondo de todo ello no hay sino una soberbia desmedida por hacerse valer atosigando al ciudadano de a pie en sus horas más bajas.

Así se entiende que a Rafael Hernando le sobren los inmigrantes irregulares, 'que lo que tienen que hacer es irse', y que al concejal de Participación Ciudadana le pase los mismo con tanta asociación de vecinos y tanto derroche de locales. Y mucho uno no puede sorprenderse porque en el PP pocas veces ha habido buenas formas. Claro que quizás no cuentan con que la gente ya está más que harta y es difícil respetar a quien no te respeta por mucho que éste se encuentre parapetado detrás de un cargo. Y es que el cargo no le hace a uno noble y eso es más que evidente.

Pues bien, la caja de los truenos se abre cada vez con más insistencia en la corporación municipal de la capital y precisamente no es la oposición quien la deja al descubierto, sino los trabajadores y los propios vecinos. Ciudadanos de a pie, en definitiva, que no necesitan de unas siglas para tener fuerza porque la fuerza se la da la sensatez de lo que piden y plantean.

Y está claro que si a todos nos obligan a pasar por el aro para resolver este tema de la crisis -con recortes, subidas de impuestos y demás asfixias económicas-, es lógico que cada vez más de uno pida que esa parte de responsabilidad se corresponda con su parte de participación en la toma de decisiones.

Esta pasada feria ya se le reprochó al gobierno popular que no contara con el pueblo a la hora de elaborar el programa festivo para poder hacer uno más acorde a lo que demanda la población que es en definitiva quien tiene que decidir si prefiere que no haya fuegos artificiales o conciertos. Ahora los vecinos, más de una docena de asociaciones de toda la ciudad, responden con incredulidad e indignación a un edil maleducado a la vez que empiezan a exigir al gobierno local explicaciones sobre sus gastos -nadie se cree que todos estén justificados y sean públicos-. Así que ellos verán si siguen tirando de la cuerda porque ésta está demasiado roída y corren el riesgo de quedarse con ella en las manos después de una estrepitosa caída al suelo.

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