Antonio Lao
Director de Diario de Almería
Para los militantes y simpatizantes del PSOE de Almería soportar la permanente lucha interna que vive la agrupación de la capital debe ser ya casi traumático. Ver como unos cuantos ilustrados, ávidos de poder, buscan repartirse poco menos que la miseria -como ya escribía en otra columna dominical hace unos meses- tiene un punto de masoquismo, cierto carácter de paranoia y, sobre todo, un halo de paciencia infinita, con una mezcla profunda de inquietud y decepción de la que les debe ser muy difícil abstraerse. A tres años de las elecciones municipales y cuando se acaban de perder los comicios andaluces, aunque se gobierne la Junta, lo que sucede una y otra vez en la agrupación socialista de la capital debe dar en qué pensar al secretario general, José Luis Sánchez Teruel y a los urdidores de uno y otro bando, que han lanzado a los leones a sus gacelas, con la única y vil intención de que sean devoradas.
Los cambios, todavía escasos en el socialismo almeriense, hacían pensar que de verdad se iba a producir una profunda renovación, de la que hasta ahora sólo hemos tenido noticias en el cambio de delegados. Ha transcurrido ya el tiempo suficiente para visualizar que hay otra forma de hacer política, que se ha entendido el mensaje de los votantes y, lo que es más importante, que ha pasado la época del ordeno y mando y del qué hay de lo mío. Pensar que sin salir a la calle, sin escuchar a los ciudadanos y, sobre todo, insistiendo en peleas de gallos y gallinas, se va a avanzar en la consolidación de un nuevo proyecto, están más que equivocados.
Los ciudadanos son inteligentes. Conocen a quienes los gobiernan y a quienes lo intentan. No toleran enfrentamientos absurdos que no conducen a nada, ambiciones desmedidas y la búsqueda de un puesto al coste que sea. Se supone que llegan a la política para servir al ciudadano, para afrontar y enfrentar los problemas que padecen y no para enquistarse en la permanente lucha de poder, cainita y mesiánica, capaz de alejar a todos quienes todavía piensan que el ejercicio de la política es la posibilidad de cambiar las cosas. Los socialistas de la capital, por lo que parece, lo intentan, pero a guantazos.
Los cambios, todavía escasos en el socialismo almeriense, hacían pensar que de verdad se iba a producir una profunda renovación, de la que hasta ahora sólo hemos tenido noticias en el cambio de delegados. Ha transcurrido ya el tiempo suficiente para visualizar que hay otra forma de hacer política, que se ha entendido el mensaje de los votantes y, lo que es más importante, que ha pasado la época del ordeno y mando y del qué hay de lo mío. Pensar que sin salir a la calle, sin escuchar a los ciudadanos y, sobre todo, insistiendo en peleas de gallos y gallinas, se va a avanzar en la consolidación de un nuevo proyecto, están más que equivocados.
Los ciudadanos son inteligentes. Conocen a quienes los gobiernan y a quienes lo intentan. No toleran enfrentamientos absurdos que no conducen a nada, ambiciones desmedidas y la búsqueda de un puesto al coste que sea. Se supone que llegan a la política para servir al ciudadano, para afrontar y enfrentar los problemas que padecen y no para enquistarse en la permanente lucha de poder, cainita y mesiánica, capaz de alejar a todos quienes todavía piensan que el ejercicio de la política es la posibilidad de cambiar las cosas. Los socialistas de la capital, por lo que parece, lo intentan, pero a guantazos.
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