Juan Manuel Marqués Perales
Diarios del Grupo Joly
"España es un país de patria chica, donde el sentimiento local y regional es poderoso. Su gran problema político es congeniar un Estado central eficaz con el imperativo autonómico". Esta aseveración tan actual no es de ahora sin embargo; la escribió el hispanista Gerald Brenan en el prólogo de su Laberinto español, publicado en 1943 por Ruedo Ibérico. Laberinto, según el don Geraldo granadino, o Sudoku tortuoso, como bautizó el ex vicepresidente económico Pedro Solbes al lío en unos momentos menos trágicos, pero también complicados: cuando tuvo que cuadrar la financiación autonómica al compás disonante que le marcaban los nuevos Estatutos. Seguimos en este bucle ibérico; ahora a raíz del desafío independentista de la Cataluña del soberanismo que, como suele ocurrir en estas ocasiones, siempre encuentra en Madrid a alguien con su bote de gasolina en la mano para bajar la temperatura. En este caso, José Ignacio Wert, ministro de Educación, que ha querido ser más españolizador de las Españas que el propio Rey.
Griñán |
La inquietud en el Gobierno andaluz, compartida por notables empresarios, sindicatos y hasta banqueros, es que el pulso catalanista refuerce un eje de competencia entre Madrid y Barcelona que termine por perjudicar a Andalucía. Es el pensamiento básico de José Antonio Griñán, presidente andaluz, y un convencido de que Convergencia i Uniò sólo busca la bolsa, arrancarle a España un concierto económico como el de los vascos y los navarros.
Pero el jueves pasado, en una conferencia organizada por la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD), Braulio Medel, convertido ahora en el banquero andaluz, vino a coincidir con la inquietud de Griñán, un experto en construir discursos. Dijo Medel lo siguiente: "Me produce una sensación positiva que el presidente de la Junta y el ministro de Hacienda estén reconociendo ese afán de colaboración". Y siguió: "Los debates internos de territorios dentro de Andalucía no aportan nada. Estamos en otra necesidad: Andalucía es la comunidad más poblada de España, y a veces se nos olvida que, después de Madrid y Cataluña, somos la tercera economía de España". "En estos debates -en los del Estado- debemos tener el peso que nos corresponde". Ha sido el Braulio Medel más político nunca oído hasta ahora y, según Griñán, en su última conversación no se refirieron al problema del eje, pero coinciden.
Madrid, badajo de España, es muy dado a las conspiraciones, a arreglar el país con la rapidez del trazo en una pizarra en las mesas de los periódicos, de los despachos de abogados o de las sedes de las grandes compañías. España vive un momento político grave, parecido al de 1980, pero no tan dramático: hoy nadie piensa en el general Armada, pero Rajoy, como en su día Adolfo Suárez, cuenta con bastantes enemigos. Algunos, y lo han escrito, los mismos que le llamaron "mierda" cuando era el líder de la oposición, quieren que siga gobernando el PP, pero con otro líder. Más madrileño, por supuesto. Si no es Aguirre, Gallardón. Otros prefieren un Gobierno de concentración, una suerte de gabinete de salvación nacional donde estén tanto el PP como el PSOE, además de otras fuerzas, como IU o UPyD.
Defensores de esto último los hay en muchos partidos, incluido el PSOE. Griñán no parece partidario de ello, y sólo hay que remitirse a una idea expresada esta semana en dos ocasiones, el lunes, en el comité director de su partido, y el jueves, en el Parlamento andaluz, para entenderlo. "Llevamos demasiado tiempo preocupados por nuestras obligaciones económicas y financieras, y es mucho más importante cumplir con las políticas e institucionales. Cooperación institucional y discrepancia política", contestó a una pregunta que le puso su portavoz Francisco Álvarez de la Chica en el Parlamento tal como se las colocaban a Fernando VII.
Es decir, que la tesis de Griñán es lealtad con el Gobierno de España y discrepancia política -"intransigencia" , llegó a decir en la Cámara- con el adversario, al que viene culpando de desmontar el segundo pilar español, el del Estado del Bienestar. Griñán no quiere un Gobierno conjunto con el PP por sus diferencias ideológicas, pero sí apoyar a Mariano Rajoy y a su Ejecutivo. Es el "aire" del que habló hace dos semanas un dirigente socialista andaluz. "A Rajoy hay que darle un poco de respiro", sostiene esta tesis socialista andaluza de la que, sin embargo, su líder regional, Juan Ignacio Zoido, ha tardado casi dos meses en darse cuenta. El lunes pasado, como si hubiese estado ausente desde finales de verano, elogió lo que desde agosto se venía cociendo: el acercamiento entre Griñán y Rajoy, el de Soraya Sáenz de Santamaría y Susana Díaz y el de Carmen Martínez Aguayo y Cristóbal Montoro.
Claro, con razón mantuvo Zoido el lunes que Rajoy era el "mejor aliado" de Andalucía, aunque Griñán puede que sea el apoyo más leal que ahora esté encontrando el presidente ante los empellones madrileños. Zoido mantiene que esa "clima de entendimiento" entre instituciones debería bajar también al de los partidos, y ahí Griñán no parece dispuesto. El que también es presidente federal del PSOE, el que esta semana ha confesado que la situación lo ha vuelto más de izquierda y el que, según bromean algunos de sus consejeros de IU en el Gobierno, debe leer a Lenin por las mañanas en vez de desayunar, está buscando un pacto por Andalucía, incluso con el PP, pero con las diferencias ideológicas bien marcadas.
Griñán sostiene que la patronal empresarial de Santiago Herrero, los sindicatos UGT y Comisiones Obreras, las organizaciones agrarias -desde Asaja a la Coag-, algunas empresas notables, el sector de las cooperativas, el de la cultura e, incluso, el de los medios de comunicación deben formar parte de esta alianza por Andalucía que se mantenga atenta a la construcción de un posible eje Madrid-Barcelona que deje olvidado al resto. Es la misma tesis que sostuvo Braulio Medel.
Hay algunos hechos palmarios. En la constitución del grupo que está abordando la privatización de Turespaña, dependiente del Ministerio de Turismo, han entrado tres comunidades autónomas elegidas por sorteo -Valencia, Murcia y Aragón- y un grupo de empresarios importantes del sector turístico donde no hay ningún andaluz. Casi todos los que ha elegido la CEOE, comandada por Joan Rosell, son catalanes y baleares. Los turistas que llegan a Andalucía deben ser invisibles a los ojos de este empresario que se echó a la calle para protestar por la sentencia del Constitucional sobre el Estatut. Un frustrado más.
Griñán sostiene que su discurso andaluz es compatible con el español. Es cierto que siempre lo defendió, incluso cuando se abordó el nuevo sistema de financiación autonómica, pero muchos, tanto en el PSOE como en el PP, ven algo más: la ambición del presidente andaluz por colocarse en la escena nacional de cara a un recambio de liderazgo en su partido. Lo negará, como cuando iba a suceder a Manuel Chaves, cuando se resistió a protagonizar el recambio por razones de edad. Ahora ya tiene 66 años, pero en el socialismo español se va a a abrir un gran vacío cuando se produzca la derrota vasca, la pérdida gallega y la debacle catalana. Algo deberá decir, con independencia de si esa ambición que algunos ven sea cierta o no. Mientras, su discurso andaluz tiene sentido, tanto aquí como en España, porque, como firmó Brenan en su laberinto, el liberalismo llegó a Madrid por vía de Andalucía. Enriqueció a la meseta. Así lo escribió el hombre que hoy descansa en el Cementerio Inglés de Málaga.
Pero el jueves pasado, en una conferencia organizada por la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD), Braulio Medel, convertido ahora en el banquero andaluz, vino a coincidir con la inquietud de Griñán, un experto en construir discursos. Dijo Medel lo siguiente: "Me produce una sensación positiva que el presidente de la Junta y el ministro de Hacienda estén reconociendo ese afán de colaboración". Y siguió: "Los debates internos de territorios dentro de Andalucía no aportan nada. Estamos en otra necesidad: Andalucía es la comunidad más poblada de España, y a veces se nos olvida que, después de Madrid y Cataluña, somos la tercera economía de España". "En estos debates -en los del Estado- debemos tener el peso que nos corresponde". Ha sido el Braulio Medel más político nunca oído hasta ahora y, según Griñán, en su última conversación no se refirieron al problema del eje, pero coinciden.
Madrid, badajo de España, es muy dado a las conspiraciones, a arreglar el país con la rapidez del trazo en una pizarra en las mesas de los periódicos, de los despachos de abogados o de las sedes de las grandes compañías. España vive un momento político grave, parecido al de 1980, pero no tan dramático: hoy nadie piensa en el general Armada, pero Rajoy, como en su día Adolfo Suárez, cuenta con bastantes enemigos. Algunos, y lo han escrito, los mismos que le llamaron "mierda" cuando era el líder de la oposición, quieren que siga gobernando el PP, pero con otro líder. Más madrileño, por supuesto. Si no es Aguirre, Gallardón. Otros prefieren un Gobierno de concentración, una suerte de gabinete de salvación nacional donde estén tanto el PP como el PSOE, además de otras fuerzas, como IU o UPyD.
Defensores de esto último los hay en muchos partidos, incluido el PSOE. Griñán no parece partidario de ello, y sólo hay que remitirse a una idea expresada esta semana en dos ocasiones, el lunes, en el comité director de su partido, y el jueves, en el Parlamento andaluz, para entenderlo. "Llevamos demasiado tiempo preocupados por nuestras obligaciones económicas y financieras, y es mucho más importante cumplir con las políticas e institucionales. Cooperación institucional y discrepancia política", contestó a una pregunta que le puso su portavoz Francisco Álvarez de la Chica en el Parlamento tal como se las colocaban a Fernando VII.
Es decir, que la tesis de Griñán es lealtad con el Gobierno de España y discrepancia política -"intransigencia" , llegó a decir en la Cámara- con el adversario, al que viene culpando de desmontar el segundo pilar español, el del Estado del Bienestar. Griñán no quiere un Gobierno conjunto con el PP por sus diferencias ideológicas, pero sí apoyar a Mariano Rajoy y a su Ejecutivo. Es el "aire" del que habló hace dos semanas un dirigente socialista andaluz. "A Rajoy hay que darle un poco de respiro", sostiene esta tesis socialista andaluza de la que, sin embargo, su líder regional, Juan Ignacio Zoido, ha tardado casi dos meses en darse cuenta. El lunes pasado, como si hubiese estado ausente desde finales de verano, elogió lo que desde agosto se venía cociendo: el acercamiento entre Griñán y Rajoy, el de Soraya Sáenz de Santamaría y Susana Díaz y el de Carmen Martínez Aguayo y Cristóbal Montoro.
Claro, con razón mantuvo Zoido el lunes que Rajoy era el "mejor aliado" de Andalucía, aunque Griñán puede que sea el apoyo más leal que ahora esté encontrando el presidente ante los empellones madrileños. Zoido mantiene que esa "clima de entendimiento" entre instituciones debería bajar también al de los partidos, y ahí Griñán no parece dispuesto. El que también es presidente federal del PSOE, el que esta semana ha confesado que la situación lo ha vuelto más de izquierda y el que, según bromean algunos de sus consejeros de IU en el Gobierno, debe leer a Lenin por las mañanas en vez de desayunar, está buscando un pacto por Andalucía, incluso con el PP, pero con las diferencias ideológicas bien marcadas.
Griñán sostiene que la patronal empresarial de Santiago Herrero, los sindicatos UGT y Comisiones Obreras, las organizaciones agrarias -desde Asaja a la Coag-, algunas empresas notables, el sector de las cooperativas, el de la cultura e, incluso, el de los medios de comunicación deben formar parte de esta alianza por Andalucía que se mantenga atenta a la construcción de un posible eje Madrid-Barcelona que deje olvidado al resto. Es la misma tesis que sostuvo Braulio Medel.
Hay algunos hechos palmarios. En la constitución del grupo que está abordando la privatización de Turespaña, dependiente del Ministerio de Turismo, han entrado tres comunidades autónomas elegidas por sorteo -Valencia, Murcia y Aragón- y un grupo de empresarios importantes del sector turístico donde no hay ningún andaluz. Casi todos los que ha elegido la CEOE, comandada por Joan Rosell, son catalanes y baleares. Los turistas que llegan a Andalucía deben ser invisibles a los ojos de este empresario que se echó a la calle para protestar por la sentencia del Constitucional sobre el Estatut. Un frustrado más.
Griñán sostiene que su discurso andaluz es compatible con el español. Es cierto que siempre lo defendió, incluso cuando se abordó el nuevo sistema de financiación autonómica, pero muchos, tanto en el PSOE como en el PP, ven algo más: la ambición del presidente andaluz por colocarse en la escena nacional de cara a un recambio de liderazgo en su partido. Lo negará, como cuando iba a suceder a Manuel Chaves, cuando se resistió a protagonizar el recambio por razones de edad. Ahora ya tiene 66 años, pero en el socialismo español se va a a abrir un gran vacío cuando se produzca la derrota vasca, la pérdida gallega y la debacle catalana. Algo deberá decir, con independencia de si esa ambición que algunos ven sea cierta o no. Mientras, su discurso andaluz tiene sentido, tanto aquí como en España, porque, como firmó Brenan en su laberinto, el liberalismo llegó a Madrid por vía de Andalucía. Enriqueció a la meseta. Así lo escribió el hombre que hoy descansa en el Cementerio Inglés de Málaga.
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