Inundaciones

Eusebio Villanueva Pleguezuelo 
Arquitecto 

Las lluvias recientes, que afectaron principalmente al Levante almeriense, han puesto de manifiesto los problemas que se derivan de un urbanismo incontrolado y del uso de suelos que no eran los más idóneos para su edificación. Esta situación dramática se repite cada cierto número de años y nos enseña que ir contra de la naturaleza, por mucho que nos empeñamos, es una batalla perdida.

Los numerosos vídeos, subidos a internet por reporteros anónimos, muestran elocuentemente la debilidad del ser humano ante las fuerzas de la naturaleza, su impotencia cuando se trasgreden sus leyes intrínsecas. Solo nos queda el papel de pequeños observadores, indefensos y desarmados, viendo como el agua se lleva en segundos enseres, propiedades, vehículos... y lo que es peor: vidas humanas.

Pueblo Laguna, ayer mismo
Vaya por delante el reconocimiento y la solidaridad hacia todos aquellos que han perdido su patrimonio, el esfuerzo de muchos años, y especialmente a las víctimas, que han perdido mucho más. Estas líneas quieren ser una reflexión y, utopía quizás, ser un punto de partida para empezar a hacer las cosas de otra manera y no volver a repetir errores.

Y me refiero a un urbanismo incontrolado porque anterior a la construcción hubo una planificación que puso esos suelos a disposición del mercado, con unas administraciones locales, provinciales y autonómicas, que avalaron esa decisión, la aprobaron y que luego recibieron unos suculentos ingresos por ello (permisos, licencias...). ¿Donde está la responsabilidad de estos primeros agentes?

Se puede argumentar que estas catástrofes son irremediables y forman parte de los avatares del destino. Pues no tanto, porque en muchos casos estas consecuencias son previsibles, cuando no seguras. Ahora podemos buscar culpables en la falta de limpieza de ramblas, en no tener obras de defensa en los cauces, en otras mil escusas, pero antes de todo esto cabría preguntarse: ¿Se han respetado las zonas inundables? ¿Se ha planificado con los criterios de la lógica natural, de la naturaleza, o nos hemos basado en la lógica de la especulación a corto plazo?

La toponimia no suele ser gratuita y en numerosas ocasiones nos indica lo que ocurre o puede ocurrir. Un claro ejemplo es la zona de la costa de Vera denominada "Pueblo Laguna", muy afectado por las recientes lluvias. Pero hay más ejemplos en esa zona del levante almeriense, en otras partes de nuestra provincia y en el resto del litoral Español.. Tenemos casos de suelos que eran antiguas salinas y que tras construirse masivamente, se ha elevado el nivel freático y se inundan los sótanos. ¿Qué ocurrirá con unas lluvias fuertes como las recientes? Parajes con suelos en ladera, altamente inestables, con afloramiento de agua, en los que con la excusa de un campo de golf se han construido numerosos edificios y viviendas que se deslizan con gran facilidad. ¿Por qué se urbanizaron estos suelos y se dieron licencias? ¿No hay ninguna responsabilidad en esos primeros actos?

La nueva Ley de Costas parece que va en la buena dirección: perpetua las situaciones irregulares durante 75 años más. De esta manera urbanizaciones, viviendas y chiringuitos seguirán ocupando la costa, dificultando la salida de aguas de lluvia al mar e inundándose con la más que previsible subida del nivel del mar. Y cuando esto ocurra, ¿quién pagará el coste de esas indemnizaciones? Supongo que todos, dado que el propio Estado avala esa situación con la nueva Ley.

Cada cierto tiempo aparece un mecenas, un gurú de la economía, que en aras al progreso y a la creación de numerosos puestos de trabajo, pretende realizar un campo de golf, un gran centro comercial o una urbanización (todo, eso sí, de gran calidad) sobre unos terrenos que no ofrecen totales garantías. A estos prebostes se les dan todo tipo de facilidades y sus actuaciones se miran con una gran indulgencia, pero cuando ocurre una catástrofe les pasa como a la llave pequeña de los talleres (creo que la 10-11) que nunca aparecen.

Al final, la culpa la tendremos usted y yo, por oponernos al progreso.
(Teleprensa)

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