La verdad en "The New York Times"

Miguel Ángel Blanco Martín 
Periodista 

¡Patético! Ahora resulta que en España la crisis no nos afecta, al contrario de lo publicado en The New York Times (el periódico más emblemático de Estados Unidos), y que aquí todo el mundo vive divinamente, con alegría, sin graves problemas, salvo los propios del vivir cotidiano, y a pesar de los casi cinco millones de parados, de las manifestaciones diarias de trabajadores despedidos o de empresas en crisis, de funcionarios, de sanitarios, médicos, profesores, maestros, albañiles, estudiantes, de jóvenes profesionales condenados a largarse de España, de inmigrantes… Nada, que todo eso es mentira.

Sede central del periódico
Bueno, digo yo que algunos problemas sí que hay, que sí es verdad que hay millones de parados, que hay gente rebuscando comida en los contenedores de basura, pero tampoco es para tanto y que aquí nos lo pasamos muy bien y nos reímos varias veces al día, a pesar del reportaje en The New York Times. Y es que los españoles somos así, con nuestro orgullo, o por lo menos eso dicen los tópicos que configuran el retrato hispánico. Sorprendente, se mire por donde se mire. Y lo más significativo es que el montaje de la respuesta para salvar el honor español herido surja desde el mundo del periodismo de aquí que intenta enmendarle la plana a The New York Times. Hay quien piensa, visto lo visto, que el The New York Times tenía que haber publicado un reportaje sobre la alegría y buen vivir de los españoles. ¡Sorpendente!

El reportaje que ha publicado The New York Times, de un reportero español por cierto, sobre consecuencias de la crisis en España, no es nada distinto a lo que ya se había publicado y se sigue difundiendo en los medios de comunicación de España (prensa, radio y televisión) y de los datos aportados, por ejemplo, por Cáritas. Y sin embargo hay que ver la que se ha montado por el reportaje publicado en el diario de Estados Unidos, con foto en portada que muestra a un mendigo rebuscando en un contenedor de basuras, imagen que también se ha publicado en prensa española y que mucho días veo frente a mi casa en Almería. ¿O es que el problema es que lo haya publicado el periódico norteamericano?

De repente ha vuelto a surgir, como ocurría en el franquismo, un sentimiento patriótico sin sentido y fuera de lugar contra las críticas que puedan llegarnos desde el extranjero. La campaña lanzada, invitando a la gente a enviar fotografías familiares con escenas de alegría y buen vivir, ha tenido un gran eco y ha saltado como un relámpago al panorama nacional de periódicos, emisoras de radio y televisiones locales, autonómicas y nacionales. Sin embargo hay periodistas que no estamos de acuerdo, que no nos sentimos ofendidos por The New York Times y que sentimos el periodismo de otra manera, lejana del populismo.

Artículo sobre España de The New York Times
Por lo visto, ante el sentido del periodismo profesional se opone el periodismo (por llamarlo de alguna manera) del personal de la calle, para sustituir el periodismo del rigor por un espectáculo más que añadir al “periodismo basura y sensacionalista” (de los famosos y demás) que nos rodea desde hace tiempo, alimentado por un determinado público y determinados periodistas que en la mayoría de los casos responden a los mismos criterios que ahora salen a la palestra para afirmar qué bien se vive en España, con o sin crisis, una cuestión que nada tiene que ver con lo publicado en The New York Times. Si se trata de conseguir la complicidad y colaboración de la gente común, a través de sus comentarios y fotografías sobre aspectos de la realidad cotidiana en nuestro país, ¿por qué ha tenido que ser The New York Times el detonante?, ¿por qué no se promovió esa campaña hace años con el nacimiento de la crisis y la desesperación de millones de habitantes de este país?, ¿o es que se trata de una operación de imagen, de marketing periodístico exclusivamente?

En fin, han pasado casi cuarenta años de democracia y, ante lo visto, parece que no hemos aprendido nada y aquí seguimos, como catetos, anclados, pero eso sí, orgullosos ante el extranjero. ¿Orgullosos de qué?

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