José Luis Masegosa
Periodista / La Voz de Almería
El Sudeste ha protagonizado, de nuevo, un trágico episodio con m de muerte y g de gota fría. Cuando las predicciones meteorológicas anuncian temporales, bien procedentes del Atlántico o del Mediterráneo, una extensa y prolongada franja del Sur y del Este patrios se echan a temblar. Cuando estos anuncios llegan a esta tierra la memoria colectiva despierta de improvisto y revive dolor y recuerdos, sufrimientos y dificultades. Las imágenes de temporales pasados se suceden inmesirecordiosamente por los surcados rostros de quienes han padecido bravíos otoños de la Naturaleza que han escrito en esta indolente tierra relevantes episodios de desgracia y desolación. No ha sido una vez, ni dos, ni.tres,..han sido todas las veces en las que el cielo ennegrecido se ha conjurado con los peores maleficios que pesan sobre el Sudeste hispano y ha dejado caer sobre nuestras casas y nuestros campos ingentes cantidades de agua, que han causado una ciclica tragedia con una fría cifra demuertos, y han llevado la desolación y el desastre a numerosos puntos del mapa. Es el mapa inundado que cada cierto tiempo enciende la lámpara de la fragilidad humana, al tiempo que nos recuerda las cosas mal hechas por el hombre, verbigracia la mala construcción de nuestras infraestructuras, la inadecuada ubicación de urbanizaciones y viviendas, y la ausencia de suficientes medidas de prevención.
Pueblo Laguna |
Alertas
Las alertas se han activado oportunamente en sus diferentes niveles y las previsiones de Meteorología no han errado, pero bien es cierto que lo que los servicios de emergencia y Meteorología no han podido concretar con exactitud ha sido la localización geográfica precisa en la que se iban a producir las mayores precipitaciones y, consecuentemente, los mayores daños. Al parecer, los medios tecnológicos disponibles no llegan a tanto, sobre todo en un escenario meteorológico tan cambiante como el del otoño. Dicho lo cual, sí hay que subrayar curiosas y trágicas coincidencias. Los arroyos, las ramblas y las avenidas que se han enfurecido con la gota fría son los mismos que, históricamente, han bramado con ocasión de otros temporales. También las urbanizaciones y zonas residenciales en las que el agua ha vuelto a campar a sus anchas son las mismas que quedaron anegadas por el barro y el lodo en episodios semejantes anteriores. Las infraestructuras más destrozadas también son las mismas que en riadas pasadas han quedado más afectadas. Peculiares coincidencias si no fuera porque, como he oído estos días a algunos de los damnificados, la historia se repite, un dicho tan cierto como real que debería llevarnos a la consideración de nuevos medios de prevención, a actuaciones diferentes que, aún bajo la manga ancha de los desastres naturales, palien en lo posible las nefastas consecuencias de los mismos, y a impedir que vuelva a llover sobre mojado.
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