Manuel Román
Chic
El cantante más veterano de España es Manolo Escobar, que debutó el 8 de diciembre de 1956 en Mataró (Barcelona) y desde entonces continúa en activo. Hagan cuentas: cincuenta y seis temporadas ininterrumpidamente. Sólo el Dúo Dinámico y Raphael se acercan a esa cifra. De ellas, el récord lo ostenta Nati Mistral, de quien escribiré otro día, a punto de celebrar su octogésimo cuarto cumpleaños.
Manolo Escobar |
Manolo Escobar ha festejado el suyo, apagando ochenta velitas, el pasado viernes. Nació en El Ejido (Almería) el 19 de octubre de 1932. Adolescente, se acompañaba él mismo con un laúd mientras entonaba coplas andaluzas. Tuvo que emigrar a Barcelona. Sólo contaba catorce años. De los variados empleos que ejerció, el último fue el de auxiliar de Correos. Comenzó a grabar discos a partir de 1957. Las emisoras de radio popularizaron sus primeras canciones, el pasodoble Ni se compra ni se vende y El primer bautizo.
Se anunciaba así: Manolo Escobar y sus guitarras. Las tocaban tres de sus hermanos, dos de los cuales le suministraban composiciones propias. Con El Porompompero (que no estrenó él sino El Príncipe Gitano) se convirtió en el cancionero más popular de España, a partir de 1962. ¡Quién iba a decírselo...! En sus años duros en la ciudad condal, desde la balconada de la habitación que alquiló en el Barrio Chino, avisaba a los que trapicheaban a espaldas de "la bofia" cuando avistaba la llegada de los municipales, al grito de "¡Agua vaaaa...!". Un duro le daban por "el queo". Se convirtió en millonario con sus espectáculos teatrales, que renovaba cada temporada, mientras rodaba sus películas, veintiuna en total. Sus coplas sonaban a todas horas en la década de los 60 y 70. Más de un millar llegó a grabar en su casi centenar de discos. Uno de los cuales, por cierto, le prohibió la censura: aquel que rezaba en un estribillo: "La Virgen del Rocío como es tan alta, se le ve por abajo la enagua blanca...".
En cuando a sus negocios, en 1975 tuvo que hacer frente a la quiebra de una fábrica de pantalones. Los tres socios que lo habían embarcado en ella se declararon insolventes. Y "el cantante del pueblo", como algunos lo llamaban, no tuvo más remedio que pagar a proveedores y empleados y dar cerrojazo a la fábrica, una vez hubo desembolsado doscientos millones de pesetas. Casi tuvo que empezar de nuevo. Dejó su chalé madrileño de la privilegiada zona de La Moraleja y volvió a Benidorm, donde sigue viviendo junto a Anita Marx, su querida esposa, a la que conoció en una playa de Aro (Gerona) a comienzos de los 60. Tenía Manolo una novia, a punto de contraer matrimonio. Pero la dejó por la rubia y simpática teutona. Se casaron a poco de entablar relaciones. En Colonia (Alemania). Ni ella hablaba español ni él una papa de la lengua germana. Pero ya saben aquello de los cursis: para el amor no hay fronteras idiomáticas. Querían un bebé y, como no venía, adoptaron una niña, Vanesa, un cielo de criatura, hoy convertida en profesional del periodismo.
Manuel García Escobar es hombre muy familiar. Se distrae en casa con las quinielas, la prensa deportiva (es confeso culé), y sobre todo contemplando su valiosa colección de cuadros, entre los que destaca un auténtico Sorolla. Pero su felicidad máxima, al margen de esa vida hogareña, es cuando pisa un escenario. En los últimos meses se ha visto obligado a actuar apoyado en unas muletas, consecuencia de una infortunada caída en abril cuando se hallaba en un hotel barcelonés. En silla de ruedas saldría si fuera necesario. Porque cantar...¡es su vida!
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