José Fernández
Periodista
El futuro es una postal que destiñe el sepia del olvido sobre las fachadas manchadas por el maltrato a una ciudad que no pierde el gusto por los debates inducidos. Pero si el futuro de Almería pasa por la vuelta de los trenes de mineral al puerto, yo quiero que también regresen las recuas de mulos con barriles de uva, los serones de carbón y las cortijeras con pollos cabeza abajo. Refajonas y esparto en los muelles: guzla, gárrulo y hálito oriental.
Ahora se quiere provocar otra de esas discusiones estériles que hunden sus raíces en las nebulosas profundidades del posibilismo industrial, como si volver a hacer circular trenes de mineral hacia el puerto pudiera llevarse a cabo sin consecuencias molestias, o como si las ingenierías pudieran doblegar los días en los que el levante o el poniente esparcen su gobierno de siglos sobre Almería. Piensen en el géiser de la Rambla y luego piensen en los vagones cargados de mineral. Dicen que ese tren traería empleo a raudales, pero las soluciones del futuro no suelen pasar por la reedición informatizada de los errores del pasado.
Levantar el señuelo de la crisis y los puestos de trabajo no es algo novedoso. Es el mismo argumento que están empleando para reactivar el epicéntrico hotel del Algarrobico. Y allá que vamos, de cabeza a otro de esos debates de casino en los que el mundo se arreglaba entre cafés, julepes y chismes. Pero tal como uno lo ve, hablar a estas alturas de volver a meter trenes de mineral en el puerto tiene tanto recorrido como hablar del maravilloso puente que, tal como cantaban “Los Mismos” iban a hacer de Valencia hasta Mallorca: ingeniería pop.
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