Javier Aureliano García
Secretario General del PP de Almería
Un Gobierno no puede ponerse nunca en huelga. Del mismo modo, un Parlamento no puede emplearse nunca como caja de resonancia para las consignas antisistema y las posiciones más radicales. Lamentablemente, justo eso es lo que quiere el presidente Griñán para el Gobierno andaluz y para el Parlamento que representa a todos los andaluces. Resulta penoso que a estas alturas tengamos que seguir recordándole al señor Griñán que en política no todo vale y que la estabilidad de su gobierno bipartito no puede depender de extravagancias tan delirantes como cerrar el Parlamento para ponerse en huelga el próximo 14-N, tal como los socios de IU han exigido al complaciente presidente Griñán. No se puede poner en entredicho la dignidad institucional andaluza con esta anunciada dejación de funciones, que quieren disimular los socialistas como un oportuno cambio de fecha de celebración del Pleno previsto para los días 14 y 15 de noviembre. Y no se trata de cuestionar el derecho a la huelga ni ninguna de las flojas argumentaciones con las que los socialistas están tratando de disimular su colaboración con la anunciada huelga general. La Constitución Española de 1978 reconoce el derecho a la huelga, aunque no la radical intención que comparten Griñán y Valderas pretendiendo poner silicona institucional del Parlamento de Andalucía y el cese de actividades de un gobierno cesante de por sí.
Desde el Partido Popular queremos recordar a los miembros del pacto social-comunista que los miembros de un Gobierno nunca se pueden poner en huelga porque no son empleados de nadie y, por el contrario, están al servicio de los ciudadanos. Del mismo modo, cuando un servidor público abandona conscientemente sus obligaciones, incurre en comportamientos que conllevan consecuencias legales, además del descrédito y el bochorno que causan entre los contribuyentes. ¿Dónde dejan PSOE e IUCA el prestigio y la imagen de Andalucía? Una comunidad que afronta una insostenible carga de parados y que tiene que recurruir al rescate financiero para sostener sus derroches y una administración paralela de enchufes y favores, lo último que necesita es liarse una pancarta a la cabeza y ponerse en clave radical para intentar atacar al gobierno de Mariano Rajoy. Andalcía y España necesitan más seriedad, más rigor y más compromiso y menos manifestaciones, menos algaradas y menos pancartas.
Lo decíamos justo después de las elecciones que perdieron PSOE e IU en Andalucía: los pactos y las bicefalias son insostenibles si una de las dos partes opta por la radicalidad permanente y la otra intenta desesperadamente conservar sus privilegios y estilo de vida. Y así pasa lo que estamos viendo en las últimas semanas: descoordinaciones, declaraciones contradictorias, improvisaciones, desautorizaciones y síntomas de esquizofrenia política como, por ejemplo, ver a consejeros de IUCA criticando decisiones tomadas conjuntamente por su coalición y por el PSOE. Los andaluces no nos merecemos este indigno espectáculo de ineptitud e ineficacia que en nada ayuda a crear condiciones de empleo, que debería ser la prioridad de gobierno para la Junta antes que la escenificación de protestas radicales.
Pero es que además de carecer de respeto por el Parlamento, Griñán tampoco tiene memoria. Cuando los sindicatos escenificaron una apresurada huelga contra un presidente Zapatero en estado terminal y en la perspectiva de unas elecciones próximas, el presidente Griñán se negó a modificar agendas o a poner el Parlamento Andaluz en huelga porque entonces, y sólo entonces, consideraba (ahí está la hemeroteca) que “la democracia no se toma vacaciones, ni se paraliza, ni se suspende”. De decir eso, Griñán ha pasado a poner silicona institucional en las puertas del Parlamento Andaluz. Vivir para ver.
Desde el Partido Popular queremos recordar a los miembros del pacto social-comunista que los miembros de un Gobierno nunca se pueden poner en huelga porque no son empleados de nadie y, por el contrario, están al servicio de los ciudadanos. Del mismo modo, cuando un servidor público abandona conscientemente sus obligaciones, incurre en comportamientos que conllevan consecuencias legales, además del descrédito y el bochorno que causan entre los contribuyentes. ¿Dónde dejan PSOE e IUCA el prestigio y la imagen de Andalucía? Una comunidad que afronta una insostenible carga de parados y que tiene que recurruir al rescate financiero para sostener sus derroches y una administración paralela de enchufes y favores, lo último que necesita es liarse una pancarta a la cabeza y ponerse en clave radical para intentar atacar al gobierno de Mariano Rajoy. Andalcía y España necesitan más seriedad, más rigor y más compromiso y menos manifestaciones, menos algaradas y menos pancartas.
Lo decíamos justo después de las elecciones que perdieron PSOE e IU en Andalucía: los pactos y las bicefalias son insostenibles si una de las dos partes opta por la radicalidad permanente y la otra intenta desesperadamente conservar sus privilegios y estilo de vida. Y así pasa lo que estamos viendo en las últimas semanas: descoordinaciones, declaraciones contradictorias, improvisaciones, desautorizaciones y síntomas de esquizofrenia política como, por ejemplo, ver a consejeros de IUCA criticando decisiones tomadas conjuntamente por su coalición y por el PSOE. Los andaluces no nos merecemos este indigno espectáculo de ineptitud e ineficacia que en nada ayuda a crear condiciones de empleo, que debería ser la prioridad de gobierno para la Junta antes que la escenificación de protestas radicales.
Pero es que además de carecer de respeto por el Parlamento, Griñán tampoco tiene memoria. Cuando los sindicatos escenificaron una apresurada huelga contra un presidente Zapatero en estado terminal y en la perspectiva de unas elecciones próximas, el presidente Griñán se negó a modificar agendas o a poner el Parlamento Andaluz en huelga porque entonces, y sólo entonces, consideraba (ahí está la hemeroteca) que “la democracia no se toma vacaciones, ni se paraliza, ni se suspende”. De decir eso, Griñán ha pasado a poner silicona institucional en las puertas del Parlamento Andaluz. Vivir para ver.
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