Macarena Ruiz Esquinas
La Opinión de Almería
La bravura del mar no conoce el infinito. La serenidad sí. Así, con serenidad, alegría y confianza recogió el artista almeriense David Bisbal, el pasado 15 de noviembre, en la XIII edición de los Grammy Latino, celebrado en el hotel y casino Mandala Bay de las Vegas, su premio, Grammy Latino al mejor disco pop tradicional por “Una noche en teatro Real”. En esta edición otro gran artista andaluz, Paco de Lucía (Algeciras, Cádiz), se llevaba otro Grammy Latino al mejor álbum de flamenco por “En vivo. Conciertos España 2010” , premio que recogió su hijo Francisco Sánchez Varela. Una gran edición de arte y talentos: Alejandro Sanz, Pablo Alborán, Sergio Dalma, Sheila Dúrcal, Diana Navarro, Pasión Vega, Antonio Orozco, Enrique Búnbury, Luz Casal… que demostraron llevar en la sangre el mundo por bandera y el nombre de la música grabado en la piel.
David Bisbal, Grammy Latino |
2012, la sensibilidad de David Bisbal ha traspasado fronteras y ha dejado huella en el corazón de todo el mundo y de un planeta musical que le quiere con locura. Su estrella e ídolo, con el que siempre inicia su oración antes de cada concierto, le dieron suerte. Esas palabras mágicas tienen un gran nombre: Camarón de la Isla. Toda una serie de premios y trayectoria musical, reconocimientos a sus espaldas, escenarios emblemáticos de Estados Unidos, Canadá y de Europa… la cima más alta de la música, el Royal Albert Hall de Londres. Todos los discos que grabó son semillas mágicas de la ilusión y escritas con el corazón. Todo el equipo musical que le siguió, desde Pepe, de su Orquesta Expresiones, Kike Santander… todos creyeron en él. Y de todos, José Bisbal, su padre, y María Ferre, su madre, fueron y son los pilares fundamentales para él. Diez años de carrera son el comienzo de nuevos caminos por recorrer.
Cruzó el océano para regalarnos su corazón/La pasión no se demuestra, se nace/ El amor al arte se devuelve con arte/
Océanos de amor cantados con pasión y arte. Así es David Bisbal, un mar azul.
La belleza de las palabras no reside en quien la escribe sino en quién las canta.
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