Miguel Ángel Blanco Martín
Asociación de Escritores y Críticos de Cine de Andalucía, Asecan
No se pierdan las películas El artista y la modelo, de Fernando Trueba, y Blancanieves, de Pablo Berger. Son dos películas interesantes en blanco y negro. Y precisamente eso es lo que las hace singulares y especiales.
El artista y la modelo |
Tanto en cine como en fotografía, el blanco y negro no es una cuestión del pasado, que ya no tiene sentido, ante la dimensión de los colores, sino un modo de expresión y de creatividad válido en todos los tiempos. Ayer, hoy y mañana. De hecho gran parte de las mejores películas de la historia del cine son en blanco y negro.
Suele decirse que la realidad, la naturaleza, es en color y no en blanco y negro. Y por eso, dicen algunos, hacer películas o fotografías en blanco y negro no tiene sentido, afirmación que es un disparate, posiblemente producto de la ignorancia. Lo que pasa es que el blanco y negro extraña a un público consumidor, alimentado comercialmente y desde la publicidad por el color y ajeno a los interiores del blanco y negro, que tiene una capacidad extraordinaria de crear atmósferas y una profundidad de imagen que el color, con su propia atmósfera lumínica, nunca podrá reemplazar. Son dos mundos diferentes y válidos, que se observan y que caminan paralelamente por la fotografía y el cine. Tan válido era rodar una película o hacer una fotografía en blanco y negro, en el siglo XIX o en el XX como en la actualidad. En blanco y negro o en color, son discursos diferentes, que construyen mundos diferentes, que canalizan lenguajes de la imagen muy personales, a la manera de cada autor. El blanco y negro interpretan el mundo observado desde las luces y las sombras. Y en eso, el blanco y negro es único. De ahí la importancia y la notoriedad que tiene que, de vez en cuando, aparezcan en cartel películas en blanco y negro. En la actualidad, dos españolas, ya les digo, Blancanieves (Pablo Berger) y El artista y la modelo (Fernando Truieba). Las dos, con su particular mundo en blanco y negro, diferentes y configurando una atmósfera particular para la narrativa de cada historia.
Blancanieves |
En el caso de El artista y la modelo se trata de una historia que impone la visión grisácea de una historia situada en plena guerra mundial, en la Francia ocupada, en la frontera con España. Es la propia historia del artista en búsqueda constante de una realidad creativa que se le resiste, hasta el encuentro con una refugiada española, que le sirve de modelo. Y este es el juego de las imágenes y de la luz, en medio de las sugerencias: el pueblo, los niños, el piloto refugiado, el oficial nazi amante del arte, situaciones que abren otras líneas posibles en la película, pero sobre las que Trueba sólo deja la puerta entreabierta. Personalmente, creo que esta película está más lograda.
Y luego está Blancanieves, de Pablo Berger, película propuesta por la Academia de Cine de España para la selección de los Óscar. Pablo Berger ha recurrido aquí al mundo clásico del cine mudo (o silente, como prefieren denominarlo algunos historiadores) y lo ha conseguido. El cuento clásico de los Hermanos Grimm se transforma en una historia española, con Blancanieves, hija de un torero, con una madrastra perversa que ordena su muerte, la huida de Blancanieves, rescatada por una compañía circense de enanos-toreros y el triunfo de Blancanieves en la plaza de Toros, con indulto incluido del toro (un significativo guiño del cineasta al mundo taurino de hoy). La sugerencia de las imágenes, la importancia de los encuadres, convierten a esta película en un reto, también con sus particulares sugerencias. Aquí el lenguaje es el que transmiten las imágenes exclusivamente, la clave del cine que permanece.
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