Martín Corpas
Nova Ciencia
Las lluvias de ayer domingo pusieron en jaque a la ciudad. La zona de la Avenida del Mediterráneo no fue capaz de aguantar los 54 litros por metro cuadrado que cayeron en poco más de una hora, y acabaron colapsadas. La pregunta es: ¿estamos preparados para las grandes lluvias? Hay ocasiones en las que el ser humano se carga de osadía para enfrentarse a la naturaleza, se ve capaz de manejar los designios del territorio, se siente con la fuerza suficiente para llevar hacia sus intereses el devenir de cauces y ramblas. Sin embargo, cuando la naturaleza despierta de su letargo, y en Almería lo suele hacer de media una vez al año, todos esos aires de grandeza demostrados en la planificación del terreno quedan enterrados bajo el barro. Pasó a finales de septiembre en Vera, Pulpí y algunos pueblos del Almanzora, y volverá a pasar si esta sociedad no comprende que ante los cursos naturales no hay dique que valga.
Un precio muy alto
Unas lluvias que cayeron con una fuerza inusitada, llegaron a registrarse hasta 200 litros por metro cuadrado, se han cobrado dos vidas y unos destrozos de las administraciones han valorado en unos 120 millones de euros. Es un precio muy alto el que se ha pagado y todo, porque en su día hubo políticos que no escucharon a los expertos, que no quisieron hacer memoria y aprender de la sabiduría de los mayores, que jamás ocuparon esos terrenos por el peligro de inundaciones; de revisar en la historia, ya que en las zonas de Vera que quedaron asoladas por las riadas jamás se encontraron restos arqueológicos, y sí en los alrededores.
Inundaciones en Almería el 11 de noviembre de 2012 |
Después de la tragedia todo son lamentaciones. Sin embargo era una tragedia anunciada, una situación que no era la primera vez que se producía, ya que ocurrieron hechos similares en 1989, y mucho peores en octubre de 1973, cuando se registraron 600 litros en Zurgena y las consecuencias de la tromba se sintieron en el Almanzora y el Levante, año también en el que el Ayuntamiento de Vera visó el Plan Parcial Puerto Rey el 23 de agosto, donde se recogía la urbanización de Pueblo Laguna. Era algo que muchos veían venir. Entonces la pregunta ahora es: ¿por qué se dejó construir en esa zona? Una pregunta que nadie se atreve a responder con firmeza, ¿o sí? Y otra que la mayoría de las personas con responsabilidades políticas esquiva: ¿dónde será la próxima?
La gota fría se repite
Si algo ha demostrado el paso del tiempo es que la provincia de Almería y especialmente la zona del Levante están expuestas a fenómenos atmosféricos como la gota fría, formada por la entrada de aire frío en capas altas, al unirse con el aire caliente del Mediterráneo. Esa mezcla se convierte en una gran borrasca, que si es desplazada a tierra por viento de Levante, que le aporta más humedad, se convierte en la temida gota fría. La gota fría es un fenómeno que se repite casi todos los años, aunque una vez al siglo puede suceder un episodio mucho más extremo, como el de 1973, cuando en la zona de Huércal-Overa llegaron a caer hasta 600 litros de agua.
Sin embargo, el hecho de de que estos episodios extremos se repitan cada tanto tiempo hace que pasen al olvido y a la hora de planificar el terreno no se tengan muy en cuenta, como así ha ocurrido en la franja costera que va desde Mojácar hasta Pulpí, un espacio que se mantuvo con un nivel de ocupación sostenible hasta los años ochenta, cuando comenzó a verse la rentabilidad del turismo y que se acentuó más todavía con el boom de la construcción, vivido hasta hace sólo unos años.
El estudio de Juan Martín García
El doctor y experto en ordenación del territorio Juan Martín García recoge en uno de sus estudios, publicado en 2010 por la Universidad de Valencia, que desde 1998 a 2006 el litoral del levante paso de tener 331 a 1.306 hectáreas de superficie transformada. Y añade que los desarrollos urbanos actuales tienen su origen legal en la planificación urbanística realizada hace treinta años, cuando las administraciones eran todavía más laxas a la hora de hacer cumplir la normativa. En este sentido, este experto recomienda una “medida directa y automática de desclasificación”, que se podría aplicar con el incumplimiento de los plazos fijados para la ejecución. Porque, como él mismo explica en su estudio, las autoridades de la época “no analizó correctamente los riesgos naturales existentes”.
Miguel Ángel Blanco, polémicas en el recuerdo
El periodista Miguel Ángel Blanco fue uno de los que vivió más de cerca los ataques al medio ambiente ocasionados por la ocupación del terreno. Su trayectoria en el diario Ideal le permitió conocer, casi de primera mano, algunas polémicas relacionadas con la urbanización de zonas inundables en la zona del levante. Para él hubo un factor clave que explica el desarrollo urbanístico en la zona, como la falta de fondos de los ayuntamientos, que veían en los proyectos urbanísticos una fuente de ingresos importante. De ahí que muchos responsables municipales hicieran oídos sordos a las recomendaciones de expertos y grupos ecologistas. Además, llamó la atención de que la que en 2004 ocupaba la Consejería de Medio Ambiente, Fuensanta Coves, no hizo presentación pública de un estudio de zonas inundables en Andalucía, donde se catalogaban como peligrosas las zonas que se vieron afectadas por el temporal de finales de septiembre.
Ante esta invasión de espacios reservados para el desagüe de ramblas y la desembocadura de algunos ríos no hay obra humana capaz de evitar la tragedia, como así ha ocurrido.
Alfonso Viciana, muy crítico
El geógrafo Alfonso Viciana es un experto en la ocupación de terrenos cercanos a la costa, y se muestra muy crítico con la forma de proceder de los municipios costeros en cuanto a la ordenación del territorio y es uno de los que anunció la tragedia en varios de sus estudios. Y no es que jugara a ser profeta, sino que una serie de datos de carácter científico demostraban que lo que ha ocurrido en la zona de Pueblo Laguna era totalmente previsible. “La construcción de sus márgenes (desembocadura del Río Antas) ha generado para este colector fluvial un embudo de difícil operatividad ante episodios de lluvias torrenciales, como la memoria reciente ha demostrado y como, desde luego, cualquier gota fría por venir nos habrá de recordar”.
Esta reflexión realizada por Alfonso Viciana está recogida en uno de los artículos del número 19 de la revista de estudios geográficos Paralelo 37º, que vio la luz en diciembre de 2007 y que se dedicó presentar estudios multidisciplinares sobre el litoral almeriense. Y Viciana no es el único experto que se ha pronunciado en este sentido. El actual subdelegado del Gobierno en Almería, Andrés García Lorca, retomó por un momento su papel de catedrático y experto en Geografía y también habló de lo sucedido en la zona de Vera. García Lorca explicó que él ya había anunciado que esto podía pasar.
Puntos susceptibles de verse sumergidos
Ahora, hay otra pregunta en el aire y es qué puntos de la provincia son susceptibles de verse sumergidos bajo las aguas en caso de nuevas lluvias torrenciales. El Plan de Prevención de avenidas e inundaciones en cauces urbanos andaluces, publicado en 2002 por la Junta de Andalucía, reconoce una serie de puntos en la provincia especialmente conflictivos, entre los que destacan por su especial riesgo el litoral de Vera, Mojácar y Garrucha, Roquetas de Mar, Adra y varios municipios del Almanzora. La capital está a salvo de grandes riadas, según el mapa de riesgos de inundaciones elaborado en 2002 por la Junta de Andalucía, que incluye al núcleo de la capital en zonas de segundo, tercer y cuarto nivel de riesgo de inundación, y solamente la zona del Barranco del Caballar y el curso final del río Andarax cuentan con la clasificadas en la segunda categoría de riesgo.
Aunque no es de nivel máximo, en Almería es cierto que existe peligro de inundaciones, como reconoce la Junta en su estudio, que describe ocho “áreas de riesgo potencial significativo de inundaciones”. Entonces ahora surge una pregunta: ¿De qué manera se defiende la capital de grandes avenidas de agua? Su ubicación, a las faldas de la cara sur de la Sierra de Gádor y frente al mar, la hacen especialmente vulnerable. Así que los sistemas de protección frente a las lluvias torrenciales deberían estar a la altura. Y según explica la Consejería de Medio Ambiente, los sistemas de seguridad con los que cuenta Almería son “suficientes” para contener la fuerza de las aguas.
El núcleo urbano recibe la desembocadura de una decena de ramblas. Esta red natural de desagüe supone un riesgo potencial debido a la elevada pendiente que salvan, que aumenta la velocidad y, por tanto, la capacidad destructiva de la riada, aunque las sierras que miran a Almería tienen “un terreno rocoso y con pocos materiales deslizables”.
Rambla de Almería
Con motivo del encauzamiento de la Rambla de Almería, la Junta de Andalucía realizó una serie de obras de prevención, que aseguran que el volumen de agua que discurre por debajo de la célebre calle almeriense no superen los 170 metros cúbicos por segundo, según explicó a esta revista uno de sus expertos. Para lograr que no se supere ese volumen de agua se instalaron ocho diques distribuidos estratégicamente, presas de laminación que embalsan agua y la dejan evacuar poco a poco, a fin de que no se supere el nivel máximo de los cajones de evacuación de la capital. “El caudal que teóricamente podría venir sería de 300 metros cúbicos por segundo, según estudios probabilísticos realizados con registros de los últimos 500 años, y con este sistema se reduce a 170. El resto del agua queda retenida en las ocho presas, que las van desembalsando de forma más pausada”, explican desde Medio Ambiente.
Hasta la fecha, el sistema de presas ha funcionado sin problemas y desde la propia Junta de Andalucía informan de que “los cajones que discurren bajo la ciudad nunca se han visto comprometidos y han sido suficientes para evacuar el agua recibida”, aunque también es cierto que, desde que se construyeron en 1992, no ha habido grandes avenidas de agua. Desde Medio Ambiente resaltan la capacidad del entramado de presas, ya que su construcción se ha realizado para contener el volumen máximo de lluvias que puede venir, explican. Además, argumentan que “no ha habido problemas de colmatación de diques y su estado de conservación es bueno”, aunque el su mantenimiento es competencia del Ayuntamiento de Almería.
Belén y Amatisteros
Por debajo de la Rambla de Federico García Lorca discurre el agua que recogen las ramblas de Belén y Amatisteros. Un primer cajón tiene la cabecera de entrada en el entorno de la Finca Santa Isabel, y es por donde evacua la rambla de Belén; el segundo, tiene su embocadura en el entorno del cementerio de San José, con el agua recogida por la rambla Amatisteros. Estos dos cajones se unen en el Barrio Alto, para desembocar en la Rambla García Lorca y de ahí al mar. Desde Medio Ambiente aseguran que el encauzamiento de la Rambla de Almería “está preparado para que no colapse y pueda evacuar al mar”.
Todos estos datos y la experiencia ponen a las claras que Almería es una tierra donde el riesgo de inundaciones es muy real. Sin embargo, y como se ha comprobado con el paso de los años, son muchas las administraciones que apuestan por el camino fácil, el de construir a toda costa, sin importarles las consecuencias que, en una tierra como ésta pueden llegar a ser muy graves. En septiembre fallecieron dos personas, además de los daños económicos.
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