Ministros andaluces

Isabel Morillo 
Jefa de Andalucía de El Correo de Andalucía 

"Es un orgullo que haya tres ministros, pero para resolver los problemas de Andalucía me basto yo solo con el equipo que tenemos en el PP de Andalucía". El líder del PP andaluz, Juan Ignacio Zoido, despachó así esta semana la invitación del presidente de la Junta, José Antonio Griñán, de sentarse juntos con varios ministros. Zoido, que hace solo dos semanas se fotografió con Mariano Rajoy en Sevilla en un solemne acto al que faltó Griñán, no se prodiga con sus ministros. Su equipo tiene asumido el hondo rechazo que despierta el Gobierno del PP entre el electorado andaluz. "Hoy son una rémora y mañana serán un impulso", admiten desde el partido.

Fátima Báñez
La estrategia pasa por no programar actos de Zoido con los ministros, más allá de aquellos que correspondan en clave institucional como alcalde de Sevilla. Ya está claro que la alcaldía es su única ambición política y que su prioridad son las elecciones de 2015. El papel de embajadora del Gobierno en Andalucía se reserva para la delegada, Carmen Crespo, una de las políticas que lidera, junto al número dos del PP andaluz, José Luis Sanz, la carrera para ser candidato a la Junta. Lejos queda la reivindicación del PP andaluz de Javier Arenas, que hace justo un año presumía de haber impuesto el acento andaluz en el Consejo de Ministros con Cristóbal Montoro, Fátima Báñez y Miguel Arias Cañete en Hacienda, Empleo y Agricultura y Medio Ambiente respectivamente. Montoro y Báñez están en guerra con la Junta aunque la valoración que de ambos hace el Gobierno de Griñán difiere enormemente.

Del primero, aseguran desde el entorno directo del presidente andaluz que es "un caballero" y que "jamás pone una pega" para atender a la consejera de Hacienda. Podría resultar contradictorio con el temible retrato que de Montoro hace el PSOE-A. A la segunda, la critican ferozmente y avisan de las formas que emplea su departamento, al filo de la amenaza constante con la consejería de Economía y Empleo de Antonio Ávila. Arias Cañete coincidió con el consejero andaluz Luis Planas en Bruselas y desde entonces, pese a pesonalidades en las antípodas, se entienden. El ministro jerezano cultiva un perfil más europeo, en plena negociación de los fondos de la PAC en marcha, terreno en el que, de momento, se aparca la confrontación. La última encuesta el IESA confirma que el 70,7 % de los andaluces desaprueba la labor del Ejecutivo de Rajoy, que con un 3,1 obtiene la nota más baja del elenco de políticos. El 41,7 % asume que Andalucía recibe peor trato. Los andaluces miran a La Moncloa ante sus males. Ahí el Gobierno de PSOE e IU hacen pivotar su labor política. Es su paraguas. Funcionó con Aznar, cuando el agravio a Andalucía se convirtió, con gran rédito, en el argumento principal del Gobierno de Manuel Chaves. Y vuelve a funcionar ahora.

Los focos de conflicto se prodigan en asuntos vitales: educación, sanidad, empleo y, la madre de todos los enfrentamientos, la financiación de la comunidad o su asfixia financiera, como se prefiera. Desde el Gobierno andaluz advierten de que medidas como el copago sanitario, la subida del IVA, la no revalorización de las pensiones o las tasas judiciales afectan a Andalucía, con una renta per cápita menor, más que al resto. El electorado de centro o exsocialista que se decantó por el PP en las generales reniega ahora. El partido se ha desplomado diez puntos en Andalucía en intención de voto (Barómetro IESA). Tras la marcha de Arenas, el liderazgo del PP-A es muy débil. Griñán hace oposición a Rajoy desde Andalucía y la oposición al Gobierno andaluz de PSOE e IU está muy difuminada.

Hay una ofensiva ideológica clave. Esta semana ha sido la reforma Wert o el pulso por la subasta de medicamentos. El incumplimiento de la inversión del Estatuto, el Fondo de Liquidez Autonómica o la maniobra para eliminar el impuesto andaluz a la banca se trufan con las amenazas del ministro de Hacienda y los avisos de intervención. Sin olvidar los recortes a profesores, médicos y funcionarios que hizo Zapatero y ha continuado Rajoy.

La consejera de Hacienda, Carmen Martínez Aguayo, que cruza puntual información con el Ministerio, mide sus palabras. Lo peor que acierta a decir es que con el Fondo de Liquidez "no ha estado fino". Es la foto de un momento en el que Andalucía pelea por conseguir 7.000 millones de euros en la próxima asignación del FLA. Desde el Gobierno andaluz incluso admiten que la relación con Montoro es mejor que con su antecesora, la socialista Elena Salgado.

Montoro ha sido el primer cunero en las listas sevillanas al Congreso. Fue diputado por Jaén con acento castellano. Comenzó como técnico y se convirtió en político con sonadas meteduras de pata. En 2004, aprovechó un acto en el Parlamento andaluz para asegurar que si ganaba Teófila Martínez pagaría el cheque de 2.500 millones que reclamaba Andalucía. Se pasó de frenada. Lo mismo que posiblemente le ocurrió en el estreno de su actual cartera, cuando la consigna del PP era que, de enero a marzo, Andalucía era la prioridad. Montoro activó el discurso del agravio del candidato Griñán cuando se dedicó a poner en duda la solvencia de Andalucía. El PSOE andaluz resucitaba con cada visita de un ministro o líder del PP. Mato, hoy entre las peor valoradas junto a Wert o Gallardón, la misma que en 2008 le regaló la campaña a los socialistas cuando dijo que los niños andaluces eran analfabetos, desveló en la antesala de las elecciones andaluzas el copago. Báñez, la ministra onubense, aprobó una reforma laboral que coló una convocatoria de huelga general que acabó por arruinar la mayoría absoluta que las encuestas daban a Arenas.

La ministra de Empleo, de la órbita de Soraya Sáenz de Santamaría, no pudo disimular la bilis que tragaba el 25 de marzo en el balcón de San Fernando. Meses después, apeló a la Virgen del Rocío y se estigmatizó. La Junta le recrimina que Andalucía, 35% de paro, no tenga un plan especial como Extremadura y Canarias. Los recursos para empleo se han recortado drásticamente. Con ella, advierten, se trabaja a golpe de carta y de ultimátum. Ahora Báñez trata de congraciarse con los andaluces con una reforma del PER. "Las pitas, pitas" que dijo Esperanza Aguirre. Zoido se encuentra con el mismo problema que lidió Arenas: "los dirigentes nacionales del PP ni comprenden ni quieren a Andalucía", martillean los socialistas. Y el PP andaluz no parece tener muy claro por dónde combatir ese mensaje.

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