Copiar y pegar

José Fernández

Periodista

La universidad de Almería acaba de anunciar la adquisición de un programa informático diseñado para detectar plagios entre los trabajos y tesis que los alumnos presentan a sus profesores.

Corta y pega

En estos tiempos de alocada carrera hacia la ejemplaridad, parece que hasta los estudiantes hayan de ser transparentes y admirables, obligándoles a renunciar a las tretas y recursos habituales en la historia de la educación para eludir fatigas y allanar el camino hacia el birrete. Por lo tanto, quiero mostrar desde aquí mi rechazo a esta iniciativa por considerarla doblemente injusta. De entrada, porque un ordenador jamás podrá captar las diferencias que hay entre fusilar descaradamente un texto e inspirarse vagamente (valga la redundancia) en él. Los que sabemos que el plagio es, además del verdadero vicio solitario, una de las bellas artes, somos conscientes de lo difícil que es plagiar algo sin que se note.

Esta misma columna, por ejemplo, está plagiando descaradamente el estilo de la gran articulista Amy Martin, pero usted no se está dando cuenta de ello. Es mi mérito, claro, y ese mérito debería seguir estando al alcance de los alumnos más avispados. Sólo los cenutrios, los que no merecen el aprobado, son capaces de limitarse a trasladar un texto de un lado a otro cayendo en ese feo delito creativo que fue bautizado como “intertextualidad” (sic.) por una famosa presentadora a la que pillaron con el carrito del helado al presentar su sedicente libro. Y finalmente digo que es injusto porque el catedrático que esté libre de intertextualidades que tire el primer suspenso. A ver si es que nos vamos a poner estupendos a estas alturas.