Miguel Ángel Blanco Martín
Periodista
Detrás
de cualquier imagen, hay un ojo anónimo que observa y establece que la realidad
se mueva en un espacio medido por un encuadre, en diversidad de planos
posibles. Es el mundo visto a través de la fotografía, el cine y… la Televisión. Y
cada situación geográfica de medios (capitales, pueblos y provincias) establece
sus propias reglas, que no son inmutables por supuesto, de contemplación. Y de
esto último es de lo que va el libro Los primeros ojos de Andalucía. Génesis y
evolución de la televisión en Andalucía (Universidad de Granada, 2012), de
Antonio Torres Flores (director de Canal Sur en Almería), para establecer
propuestas, a través de un proceso acumulativo de información sobre el proceso
de construcción y estructuración de una televisión para Andalucía.
Portada y contraportada del libro |
Al
igual que en el panorama de los periódicos de provincia, donde el
reportero-fotógrafo aparece en la mayoría de lo casos anquilosado por el
anonimato y la falta de referencias de autor, por lo menos en los años 60 y 70;
el panorama televisivo también encuentra situaciones similares de anonimato, en
lugares donde era difícil y complicado poner nombres y apellidos al cámara de
televisión. Y me explico: no era (es) lo mismo ser cámara en grandes
televisiones, sobre todo en el ámbito internacional, cámaras recorriendo en
equipo (junto a periodistas-informadores) los grandes conflictos del mundo, que
cámara en provincias donde, en el anterior régimen, quedaba circunscrito, por
lo general, a la actualidad oficial de un sistema que vigilaba y guiaba las
imágenes como una contribución a la exaltación oficial. No era (es) lo mismo
ser cámara, por ejemplo, en Almería, Huelva o Jaén, que en Madrid y Barcelona.
En el ámbito provincial (el que más cerca me ha tocado vivir como periodista),
el panorama del reportero y del cámara ha estado circunscrito por lo general a
la ausencia de poder de decisión. El fotógrafo de prensa, en la mayoría de los
casos no decidía qué fotografías eran las más adecuadas para el reportaje o
noticia del momento. Para eso estaba el redactor-jefe o el redactor-autor del
reportaje, en la mayoría de los casos, que imponía los criterios de un teórico
rigor informativo que en ocasiones se le escapaba al fotógrafo.
Algo
parecido se podría aplicar en el ámbito del cámara, que bastante tenía con captar
imágenes y enviar la película a la sede central (Madrid, o Sevilla
posteriormente), donde se realizaba el montaje. Y es que en el tema
audiovisual, el montaje es la clave de todo mensaje cinematográfico y
televisivo. Y quien controla el montaje de una película o de un reportaje televisivo,
marca las pautas de lectura e interpretación del mismo.
La
reivindicación del cámara de televisión está en las intenciones del libro de
Antonio Torres, con un contenido abrumador de información, multitud de nombres,
datos, tanto en los nombres y apellidos de los “cámaras anónimos” como en el
proceso de compañeros de viaje en la gestación televisiva andaluza: radio y
prensa provinciales. Quizá se pueda echar en falta un mayor proceso selectivo y
de ordenación en los datos que maneja el autor del libro. Aun así, el texto
constituye uno de los primeros documentos para comprender la amplitud del proceso
de nacimiento de una televisión andaluza. No faltan aportaciones testimoniales
de algunos de los protagonistas anónimos de la televisión o, incluso, de
periodistas testigos del proceso histórico vivido que han aportado numerosos
datos, quizá a veces con la anécdota elevada al carácter universal; pero aun
así elementos válidos para comprender algunos entresijos del vivir cotidiano
profesional del cámara de televisión para que deje de ser anónimo.
El
libro de Antonio Torres, que no es en realidad un libro de historia en el
estricto rigor del concepto, tiene varias lecturas y propuestas de acercamiento.
Y quizá el espacio dedicado a los cámaras se encuentra eclipsado en ocasiones
por la imagen masiva del panorama de la comunicación sociopolítica y
periodística. Es posible que se eche en falta un análisis más sereno y profundo
de hechos para establecer qué mundo de pensamiento e ideas se ha movido en
torno a la gestación de la televisión andaluza. Pero eso podría ser tema de
otro libro posible. Quién sabe. Mientras tanto, permanece la relectura de “Los
primeros ojos de Andalucía”, un mundo particular de la televisión al que
Antonio Torres ha puesto nombres y apellidos, que no es poco, sino mucho.
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