Periodista
Mantener una
librería, hoy día, en una capital de provincia como Almería, en la periferia,
es un hecho heroico desde luego. Y no digamos nada, en un pueblo. A pesar de la
crisis, del retroceso de la lectura en papel, entre otras cuestiones, las
librerías se resisten a entrar en la consideración de “en vías de extinción”. Y
están, permanentes, con espíritu de resistencia, supervivientes en un negocio
que en muchos casos lleva aparejado el de “papelería”, conscientes de los
tiempos agónicos que rodean al libro.
Librería Picasso, en la capital |
Pero lo que rondó
también mi pensamiento fue la imagen de la librería que protagonizó el acto,
Zebras, que ha iniciado una segunda etapa, con nuevo propietario. Miguel
Naveros la denominó “librería de barrio” y me gustó el concepto. Y de eso va mi
reflexión central en este artículo.
Interior de la Librería Nobel, en Vera |
Pero que un espíritu
emprendedor aborde el negocio de una librería, en plena crisis, se podría
calificar de alucinante; y si encima esta librería está alejada del centro, no
habrá quien lo califique de suicida. Sin embargo, allí estaban, jóvenes y
sonrientes, los nuevos gestores de Librería Zebras, con la ilusión en sus
rostros, dispuestos a abrirse camino con el libro y sus alrededores como
escudo.
En Almería capital,
hubo dos librerías emblemáticas, a recordar, que sucumbieron sin llamar la
atención: Goya y Cajal, con su papel en la Transición , cuando la
cultura de los libros era un arma arrojadiza contra la dictadura y la
ignorancia y pretendía abrir nuevo caminos libres al amparo de los nuevos
tiempos universitarios de la provincia. Con ese espíritu crítico nació Librería
Picasso y sobrevive Librería Pastoral. En esa atmósfera cultural están también
Nobel y Tuiza y otras. Ya en pleno siglo XXI, en Almería capital hay una decena
de librerías-papelerías. En provincia, en los principales municipios hay su
correspondiente librería-papelería, en algunos varias (El Ejido, Roquetas, Garrucha,
Vera). Pero lo normal es una sola librería (Adra, Albox, Carboneras,
Huércal-Overa, Macael, Pulpí, Vélez-Rubio, etc.).
Las librerías en
general, pero sobre todo en los pequeños municipios, son lugares de encuentros,
de contemplación, de lectura. Las librerías de pueblo son cómplices de las pequeñas
bibliotecas públicas que hay en ellos, mundos abiertos al escenario escolar. Y
ésta es la clave de todo.
Una librería de
barrio se mueve en circuitos pequeños, entre vecinas y vecinos, ofreciendo
mundos eternos, que permanecen, en libros de papel o en digital, pero en
libros. A sabiendas de que quien no lee en papel difícilmente va a leer en
digital. De lo que se trata, en síntesis, es de potenciar el círculo de
relaciones entre escuela, instituto, biblioteca y librería, porque una
librería, de barrio o de pueblo, es un lugar muy necesario para los caminos que
muestran el pensamiento crítico y libre.
En los años setenta y hasta bien llegados los ochenta había más librerías de barrio......incluso algunas todavía están abiertas...
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