Letrado del INEM
Sí, los ERES son ya tan de Almería como el Indalo. Lo malo es que, a estas alturas, ya no sabe uno qué pensar, si son un éxito de las reformas laborales o una señal de su fracaso. Digo reformas en plural porque entre socialistas y populares, entre reales decretos ley y leyes, hemos tenido cuatro en dos años. Se dijo que sería una señal de éxito si se sustituía la maldición patria de hacer del despido la única forma de ajuste en época de crisis por la más europea de reducción de jornada y sueldo, la flexibilidad interna, vamos. Es cierto que en otros países los ajustes se hicieron, principalmente en horas y salarios, mientras que entre nosotros el ajuste se hizo directamente en empleos, pero igual en ello también influye el tipo de modelo económico.
El caso es que tras la última reforma la cifra de reducciones de jornada, suspensiones o despidos colectivos, todo eso que antes se englobaba en la palabra ERE, se ha disparado en Almería. Las cifras son muy claras. De enero a octubre de 2012 las personas afectadas por EREs de reducción de jornada han superado en un 200 % a los de 2010 y en un 85 % a los de 2011. En el caso de los despidos la cifra es más rotunda, un 500 % más que en 2011. Y, de hecho nos cabe el dudoso honor de que una de las primeras sentencias de la Audiencia Nacional sobre EREs tras la reforma y que está sirviendo de referencia para otras posteriores se refiere a un grupo de empresas almeriense.
Lo que es difícil precisar es cuántos de estos EREs de reducción de jornada eran necesarios para garantizar la viabilidad de la empresa y cuantos han sido una forma de reducir costes laborales. Pero la reforma no exige que esta medida sirva para garantizar la viabilidad de la empresa, simplemente que haya durante dos trimestres consecutivos pérdidas actuales o previstas, o una disminución persistente de su nivel de ingresos ordinarios o ventas, distinción importante porque pueden haber aumentado los ingresos pero bajado las ventas.
El objetivo real que subyace en todo esto es ganar competitividad a base de una devaluación interna, la forma fina de decir reducción de salarios. En bajar salarios está claro que el Gobierno ha tenido éxito y hasta puede que en el largo plazo contribuya a mejorar la situación, por confiar que no quede, pero en el corto estamos vistiendo al santo del futuro desvistiendo al del presente, ya que la parte que se reduce de jornada la paga la factura del paro. Así, el gasto que se recorta con la reforma del desempleo lo aumenta la reforma laboral, haciendo que se vislumbre ya, en el horizonte de 2013, más recortes.
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