Luis Rogelio Rodríguez-Comendador
Alcalde de Almería
A lo largo del fin de semana
el Partido Popular ha celebrado en Almería, en el Palacio de Congresos de El
Toyo, un importante encuentro nacional que ha servido para presentar a la
sociedad española un proyecto de trascendencia histórica: la reforma de las
administraciones públicas. Se trata, ni más ni menos, que poner el tejido
administrativo de nuestro país a funcionar acompasadamente con los tiempos que
corren, deshaciéndonos de inercias y lastres que no nos permitían avanzar en el
camino que nos demanda la sociedad. Y esta transformación ha de producirse a
través de un cambio de cultura.
Intermunicipal en El Toyo |
Debemos pasar de la cultura del gasto a la
conciencia del coste. De la cultura del monopolio a la cultura de la
competencia. De la cultura del ciudadano-servidor a la cultura del
ciudadano-cliente. De la cultura de la burocracia a la cultura de la adaptación.
Y, en definitiva, de la cultura de la costumbre a la cultura de la calidad. Y
eso nos obliga a todos a ser más competitivos.
España necesita una
Administración Pública austera y eficiente que sea un valor competitivo para
nuestro país y para el conjunto de la Unión Europea. Es necesario, en
consecuencia, racionalizar estructuras, procedimientos y recursos. Por eso se
hacen necesarias medidas que mejoren la eficacia de los servicios que
actualmente prestan las entidades locales.
Los ejes de este cambio han de
buscar, en primer lugar, unos gobiernos locales más austeros. Y esta austeridad
habrá de apoyarse en una legislación más ágil que nos permita evitar
innecesarias y costosas duplicidades en las competencias, ahorrando así
importantes cantidades de dinero. Y estas medias no sólo deben afectar a los
Ayuntamientos, sino también a las Diputaciones, que deberían centrar su
necesario papel en aquellos municipios de menos de 20.000 habitantes.
En este
sentido, la supresión de las mancomunidades innecesarias supondría un avance
significativo en este propósito. Sólo así acabaremos con el actual problema de
que los Ayuntamientos destinen en torno a un 20 ó 25 % del gasto de sus
presupuestos a servicios que no son realmente de su competencia, o especificando
el necesario desempeño de los secretarios e interventores, de modo que no puedan
suponer un factor de limitación o retraso en las tramitaciones y decisiones de
los Ayuntamientos.
El objetivo final de todo este proceso no es otro que buscar
la excelencia en los estándares de calidad y eficacia de los servicios públicos
que prestamos.
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