Francisco Giménez Alemán
Periodista
A la ministra de Sanidad la han cogido con el carrito de los helados, de los pasteles del cumpleaños de su hijo, con los billetes de avión pagados por la trama Gürtel y con no sé cuantos regalos más. Y la han cogido sin escapatoria: las irrefutables pruebas publicadas en la prensa estos días serían motivo suficiente para que Ana Mato hubiese presentado su dimisión al presidente del Gobierno.
Ana Mato |
Pero aquí no dimite nadie. Lo dice la gente y es una gran verdad: ¿qué tiene que ocurrir para que un ministro se vaya a su casa? Y como nadie dimite, nuestra democracia se desliza por la pendiente del desprestigio sin que exista una autoridad moral que diga alto y claro que no podemos seguir así. Que las responsabilidades políticas hay que asumirlas y que no es ético taparse detrás de la mayoría absoluta para escurrir el bulto.
El caso de la ministra Mato da la razón a tantos miles de españoles que en las encuestas abominan de la clase política y la elevan a uno de los principales problemas de nuestra sociedad. Y mientras esto ocurre nadie advierte que la descalificación de los políticos es el mejor caldo de cultivo para situaciones indeseables y repetidas a lo largo de nuestra historia. No hay mejor modelo de convivencia que la democracia, y muy bien sabemos los españoles cuánto nos costó conquistarla después de una dictadura de cuarenta años. El descrédito de los políticos conduce irremisiblemente al éxito de los caudillajes en su versión actualizada de los políticos populistas que dicen encarnar la regeneración del gobierno de las naciones. Dios nos libre de farsantes, iluminados y vendehumos que, a la postre, se sirven del Estado sin escrúpulos, sin miramientos.
Los partidos políticos y sus legítimos representantes deben ser conscientes de lo mucho que nos jugamos en un país donde aún perduran los tics autoritarios entre los que crecieron varias generaciones de españoles. Es preciso regenerar la democracia, poner en valor las ventajas de la política honesta y responsable y despreciar todo aquello que pretende sustituirla por métodos aparentemente democráticos que sirven a intereses que no dan la cara.
El Gobierno debe ser consciente del momento de profunda crisis institucional que vive España, y la oposición ha de ayudar lealmente a que el sistema no peligre ni sea puesto en cuestión. Y si para ello tiene que dimitir una ministra o el gabinete en pleno, pues hágase. Porque somos millones los españoles que vivimos con preocupación el hecho de que aquí nunca dimita nadie pese a que las pruebas sean abrumadoras y concluyentes. Sólo así pondremos a salvo la convivencia pacífica que consagra nuestra Constitución.
(El Correo de Andalucía)
Claro, se va a hacer lo que tu digas,................el sentido común del acoso y derribo...................viva el estraperlo..........
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