Emilio Ruiz
www.emilioruiz.es
La banca
española –toda en general: bancos, cajas y cooperativas de crédito- pasa por
grandes dificultades económicas. Ni siquiera las entidades que alardean de
figurar en los primeros lugares de cualquier ránking de solvencia están para
dar saltos de alegría. Su principal fuente de ingresos siempre ha sido prestar
dinero a un interés más elevado del que ellos abonan a los depositantes. El
diferencial es el beneficio. Desde hace unos años, el dinero que prestan es
mínimo. Por una razón: porque no tienen. El poco que tienen lo dedican,
primero, a refinanciar préstamos anteriormente concedidos, y después, a cubrir los
impagados, que aumentan a velocidad de vértigo. La tasa de morosidad se sitúa
en el 11,38 % (Cajamar, el 12,7 %), y sigue y sigue. Eso son más de 190.000
millones de euros, casi el 20 % del PIB.
El humor que no falte |
Estos
días todas las entidades están enviando a sus clientes unas cartas para informarles
de que, a partir de ahora, les van a cobrar hasta por respirar. No es extraño:
de algún sitio tienen que sacar dinero. Si antes no se pagaba por nada, ahora
hay que pagar por todo: por tener una cuenta, por extender un cheque, por hacer
un ingreso, por pedir un certificado de titularidad, por domiciliar un recibo… Qué
cosas: antes, por domiciliar un recibo, eran ellos los que pagaban. Reconozcamos
una cosa: antes, con el gratis total, algunas personas abusaban. Programaban una
rutinaria visita a su banco/caja con el mismo ritual que a la misa de las ocho.
“Un día saco veinte euros de una cartilla y al día siguiente los meto en la
otra, y así, pues nos entretenemos y pasamos el rato”. Para pasatiempos, al
parque.
Pero
una cosa es abusar de los servicios que gratuitamente nos prestan y otra pagar
hasta por tener dinero. Aceptemos que no nos paguen interés alguno por tener el
dinero en una cartilla. Pero que nos cobren precisamente por eso, por tener el
dinero en una cartilla, parece excesivo. Creo.
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