José Fernández
Periodista
Vivimos en temporada alta de corrupciones relacionadas con el poder político
y el papel de la prensa y los periodistas está en el punto de mira. Desacreditar
al periodista portador de las malas noticias es un deporte tan antiguo como
frecuente la colusión entre política y negocios al margen de la ley.
El Mundo |
Siendo
verdad que hay medios que no son especialmente celosos en el proceso de
verificación de las fuentes informativas, no es menos cierto que en los últimos
treinta años la contribución de la prensa de calidad a la necesaria
transparencia de la vida pública española ha sido fundamental. Sin prensa libre
no hay democracia. Los intentos de control no siempre son descarados, a veces el
proceso es más sutil. Consiste en que no se publiquen las noticias incómodas.
La
actual crisis industrial y financiera que tantos estragos está provocando en las
redacciones favorece el control de los medios. Ese es el mal que acecha. Si
cuando gobernaba el PSOE se intentaba desacreditar a los medios y a los
periodistas que denunciaron los escándalos (los GAL, Roldán, Filesa, el BOE,
etc), ahora que gobierna el PP y la opinión pública está expectante queriendo
saber toda la verdad del caso Bárcenas, el supuesto cobro de sobresueldos, la
Gürtel o el caso que afecta a la actual ministra de Sanidad, estamos empezando a
escuchar una música parecida. Un concierto de voces cuyo objetivo no es otro que
desviar la atención de lo que realmente importa. Lo que los ciudadanos quieren
saber.
Como diría otro uno los grandes, Ben Bradlee, director del Washington
Post cuando estalló el "Watergate": "Frente a los casos de corrupción lo mejor
es verdad, y si puede ser toda la verdad, mucho mejor". Pues, eso.
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